El tsunami de 2011 provoca una de las mayores migraciones marinas de la historia

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Agencias.- Como pequeños ulises, millares de mejillones, percebes, estrellas de mar y hasta peces de las costas japonesas han recorrido el océano Pacífico hasta llegar a playas americanas. Ejemplares de casi 300 especies diferentes han recorrido los más de 7.000 kilómetros de mar que hay entre ambos extremos a bordo de una infinidad de escombros y objetos plásticos de origen japonés arrancados por el tsunami de 2011. El éxito de su travesía muestra el riesgo ecológico que supone toda la basura plástica acumulada en los mares.

«Se ha convertido quizá en uno de los mayores experimentos naturales, no planeados, en biología marina de la historia», dice el biólogo John Chapman, de la Universidad Estatal de Oregón (EE UU). Todo comenzó con un hecho curioso. En junio de 2012, los periódicos de Oregón contaban la historia de un muelle de poliestireno —una resina sintética— aparecido en sus costas. El enorme trozo de plástico procedía del puerto de la ciudad japonesa de Misawa, a más de 7.300 Km en línea recta. Perteneciente a la región de Tōhoka, fue una de las zonas más castigadas por el terremoto de marzo de 2011. El tsunami que generó levantó olas de hasta 38,38 metros que destrozaron las infraestructuras costeras, llevándose mar adentro desde barcos hasta muebles de cocina.

Junto a un grupo de colegas de varias universidades de la costa oeste, Chapman puso en marcha una iniciativa para avistar, identificar y estudiar todos los desechos de origen japonés que llegaran. Implicó en su investigación a autoridades medioambientales, ecologistas y voluntarios de los que dedican su tiempo libre a limpiar las playas. Han recogido objetos Made in Japan hasta abril de este año, días antes de terminar de redactar su investigación y entregarla a la revista Science, que acaba de publicar sus resultados.

De toda la basura devuelta por el mar, los científicos se quedaron con casi un millar de objetos relativamente grandes, desde esquifes hasta cajas de plástico, pasando por boyas o planchas de fibra de vidrio que pudieron reconocer como de origen japonés. Los encontraron a lo largo de toda la costa continental de EE UU, desde Alaska, al norte, hasta California, al sur.

Pero les interesaban más los polizones que pudieran llevar a bordo. Ya fuera adheridos, encima, debajo o a su cobijo, identificaron al menos 289 especies, aunque están convencidos de que han debido llegar más. El 85% de ellas pertenecen a cinco grandes grupos de invertebrados: moluscos, cnidarios (medusas, anémonas…), crustáceos, briozoos (el mal llamado musgo marino) y anélidos (gusanos marinos). Pero hallaron también estrellas de mar, lapas, protistas y hasta dos especies de peces.

«Algo que nos ha enseñado este evento es que algunos de estos organismos son extraordinariamente resilientes», comenta Chapman. No se trata solo de los miles de kilómetros de travesía. Son especies habituadas a aguas someras que han tenido que sobrevivir a intensos vientos, las frías temperaturas del Pacífico norte, la elevada radiación solar… En muchos casos se ha tratado de viajes intergeneracionales. La aventura la iniciaron unos animales y la han concluido sus descendientes.

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