Se desató la locura…

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Aquel niño sacó de su mochila la pistola, le quito el seguro y disparó contra su profesor, todo, según los chismes que se pudieron escuchar, ocurrió en el salón de clases de una primera de Ciudad Victoria.

Para fortuna de todos el arma era de postas y las heridas fueron menores, el profesor no requirió siquiera ser enviado a un hospital aunque, eso sí, pasó un miedo terrible porque la pistola “parecía de verdad” e, incluso, se detalla que fue la Policía Estatal Acreditable la que tuvo que asegurarla.

Todo se vió este martes por la tarde y es difícil de explicar, lo que sí es un hecho es que tiene su origen en tanta violencia que ven los niños y lo más difícil es que a los menores se les esté haciendo normal el uso de armas o la muerte y por ello no reparan en lo peligroso que puede ser un pistola de este tipo.

Igual la situación se tiene que ver como lo que es, una enorme oportunidad para que en las instituciones educativas, de todos los niveles, se tomen cartas en el asunto, que no se permita la introducción de armas porque pueden ser el inicio de una tragedia.

Por supuesto, en este caso los principales culpables de tanto desorden son los padres de familia que no son capaces de tener control de un niño de primaria, que le permiten tener acceso a armas de este tipo que si bien ahora no causaron daño también suelen ser letales si el proyectil hace impacto en un lugar específico.

Claro es que la situación va mucho más allá de lo evidente, nos dibuja una sociedad enferma a la que ya se le hace normal la muerte y la violencia, peor aún, que está contaminando a los niños del mismo padecimiento.

Me explico, a todas luces se nota que hay un daño en la mente del colectivo que nadie o casi nadie quiere observarlo, más aún, que no hay quien se ocupe en el estudio del mismo para tratar de buscar soluciones a corto plazo.

Duele, por supuesto que duele ver que nuestros niños, así sea un solo caso, ven como normal el uso de armas, que atenten contra sus maestros, es más, que estén muy cerca de hacerle daño a sus amigos, familiares e incluso a sus padres.

Ojalá la situación que este martes vivimos sirva de algo, por lo menos que nos ayude a entender que para un niño sería imposible acceder a esas conductas si no ven ejemplos, si en sus casas les evitan dinero y las propias armas para que no crezcan propensos a convertirse en gente mala, en delincuentes.

Habrá quienes piensen que no pasó de un susto, del coraje de un menor, de un juego con una pistola de postas, no lo dude, sin embargo la situación de verdad es grave y habrá que hurgar bien en la misma para saber que orilló al menor a dispararle a su maestro y, por supuesto, a tener conductas peligrosas.

Además de poner mayor atención a las mochilas, la situación también es un llamado urgente para que la autoridad educativa analice y evalúe si hace lo correcto en la capacitación de sus profesores, si en realidad los está enseñando a controlar los grupos sin generar rencores en sus niños.

De todo, lo más importante es que los padres de familia empiecen por revisar las mochilas de sus hijos, evitar que anden en malos pasos por ahí pueden empezar sus males mayores a futuro.

El caso es que con esa agresión se desató la locura, se encendió el botón de peligro que con hechos tangibles le dice a la autoridad educativa, a la SET, y a los padres de familia que algo mal se está haciendo, que ya es tiempo de investigar a fondo nuestro problema y de encontrar soluciones, sobre todo y por lo pronto, que es tiempo de poner atención a los niños antes de que una tragedia mayor ocurra.

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