Devora Tigres a Pumas en la final

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Los felinos dieron una brillante exhibición y casi aseguraron el título del fútbol mexicano.

Todo fue un torbellino. Desde que Tigres se formó en posición de ataque, aquello fue devastado. De Pumas, ni noticia. Los del norte los dejaron como un campo árido, como si hubieran pasado los vikingos por ahí, arrasando todo en su camino.

Tigres se regodeó, en especial Jürgen Damm por el lado derecho.

En total mandó 12 centros, todos ellos en buena forma y con peligro hasta que salió de cambio. Brilló André-Pierre Gignac, que anotó un penal discutido, quizá el único justificante que tendrían los Pumas.  Por lo demás, fueron un equipo con una sobrecarga de hastío, arrastrada desde las semifinales, donde se agudizó su nulo carácter, desazón e impotencia.

La cara del líder en plena liguilla se desdibujó por completo y se aferró al clavo de la suerte. Le salió hasta que se encontró a un gigantesco equipo, poderoso en todas sus aristas. Tigres no sólo es la nómina mas cara, al imponerse con esta tajante demostración de futbol, ha marcado una notable diferencia no nada más con  Pumas, sino con cualquier equipo del futbol mexicano. Todo con el sello de Ricardo Ferretti.

El primer gol de Gignac fue un estallido en el estadio. Le siguió un golazo de Javier Aquino, otro hombre reformado, reconvertido en el talento que se fue de Cruz Azul para Europa.

Pumas, sin escudos, resistió cuanto pudo, con los ojos cerrados, esperando el golpe fatal, apretando los dientes para resistir el dolor y Tigres maquinaba a todo vapor, sin meter freno de mano hasta que Alfredo Peñaloza pitó el descanso de medio tiempo.

El armónico juego había pasado por casi todos los de casa, desde Damm por derecha y Aquino por izquierda hasta la plasticidad de Guido Pizarro en el medio campo o el talento de Sóbis. Nadie notó la ausencia de Jorge Torres Nilo por la banda izquierda, cubierta por José Rivas. De Nahuel Guzmán apenas hubo quien se dio cuenta de que aún estaba en la portería.

El equipo de Guillermo Vázquez reflejaba todos los miedos que transmite desde el banquillo, la inseguridad que le repta cuando se siente superado. Sin hilo umbilical con su identidad de pelea y garra, Pumas fue una vergüenza de oponente.

El tercer gol fue todo un concierto de errores de Gerardo Alcoba que no despejó, no cabeceó y no marcó. Alejandro Palacios intentó atajar, pero todo le caía a Tigres. Rafael Sóbis, casi caminando, tocó suave al fondo del marco universitario. En tiempos de tormenta es difícil que Pumas encuentre reflexión en el banquillo. Este equipo venía golpeado desde que fue muy cuestionado en la semifinal y la autoestima se le fue a los suelos. Dio su peor versión y nada parecía tener resoluciones.

Vázquez modificó, pero dio lo mismo. Tigres, en pleno señorío, se dio el lujo de perdonar en varias ocasiones lo que hubiera sido un marcador más escandaloso e histórico.

Con la casa incendiada y con nada de actitud, Pumas dejó la muestra de que no tiene sangre de campeón. En el minuto 89 hicieron la presión más fuerte sobre Tigres en todo el partido.