«El viaje apostólico que he realizado recientemente a México ha sido una experiencia de transfiguración», expresa el Papa.
Agencias
Roma.- El papa Francisco describió su viaje apostólico a México como una ‘experiencia de transfiguración’ y alabó la ‘fe franca y robusta’ de sus ciudadanos, un pueblo ‘tan a menudo oprimido, despreciado, violado en su dignidad’.
‘El viaje apostólico que he realizado recientemente a México ha sido una experiencia de transfiguración. El Señor nos ha mostrado la luz de su gloria a través del cuerpo de su Iglesia, de su pueblo santo que vive en aquella tierra’, afirmó durante el discurso pronunciado antes del rezo del Ángelus.
‘Un cuerpo tan a menudo herido, un pueblo tan a menudo oprimido, despreciado, violado en su dignidad. De hecho, los diferentes encuentros vividos en México han estado llenos de luz: la luz de la fe que transforma los rostros e ilumina el camino’, prosiguió.
Confesó que el ‘baricentro espiritual’ de su viaje tuvo lugar frente al Santuario de la Virgen de Guadalupe, donde ‘permanecer en silencio frente a la imagen de la Madre era lo que ante todo’ se había propuesto.
Fueron veinte minutos los que permaneció rezando en solitario, unos momentos en los que -desveló- se dejó ‘mirar por Ella que lleva en sus ojos la imagen de todos aquellos hijos a los que ha mirado y recoge el dolor por la violencia, los secuestros, los asesinatos y las violaciones que dañan a tanta gente pobre’.
Afirmó que el pueblo mexicano tiene un deber: ‘custodiar la riqueza de la diversidad y, al mismo tiempo, manifestar la armonía de la fe común, una fe franca y robusta, acompañada de una gran carga de vitalidad y humanidad’.
‘Como mis predecesores, también yo fui a confirmar la fe del pueblo mexicano, pero al mismo tiempo a ser confirmado; hoy recogido con las manos abiertas este don para que revierta en beneficio de la Iglesia universal’, apuntó en este segundo domingo de Cuaresma.
Finalmente, el papa quiso hacer un regalo a los fieles que acudieron a la Plaza de San Pedro a escucharle y anunció que refugiados, pobres, sintecho y religiosos repartirían a la salida unas cajas que denominó ‘medicinas espirituales’ a las que les puso el nombre de ‘Misericordinas’.