Por Mario A. Díaz
– Terminó el viaje y preparan maletas
– Mucho “encuerdado” afectó al PRI
– El hartazgo fue clave para la alternancia
MIENTRAS preparan maletas para bajar del “tren de la revolución”, preguntándose aún cuál fue el tráiler que los atropelló, los priístas tamaulipecos que dependen de la ubre gubernamental saben, bien que saben, que no será nada fácil regresar a la nómina oficial dentro de seis años.
Igualmente, los grupos de poder con sello tricolor que marcaron el rumbo político en la entidad a lo largo de 86 años difícilmente habrán de recuperarse en un sexenio. Peor aún si se toma en cuenta que el rechazo de los electores aztecas se manifestó en otros estados del territorio nacional, lo que, incluso, ha encendido los focos rojos del PRI-Gobierno nacional ante el inminente cotejo electoral de 2018.
Desde esa perspectiva no es aventurado precisar que, en plena resaca postelectoral, los priístas aún no han digerido la derrota ni mucho menos se han dado cuenta de lo que perdieron.
Lo único claro después del pasado 5 de junio es que se reafirma el viejo dicho que dice que “el triunfo tiene muchas paternidades y la derrota es huérfana”.
Entre otros análisis y argumentos, activistas tricolores de viejo cuño consideran que fue un error el haber mandado al ruedo a más de cinco aspirantes a la candidatura al gobierno del estado de Tamaulipas. Todos los participantes en el proceso de selección consideraban ser la mejor opción y, además, contar con el apoyo suficiente para llevar la estafeta.
Como ya es parte de la historia, ALEJANDRO GUEVARA COBOS presumía su cercanía con el presidente ENRIQUE PEÑA NIETO; ENRIQUE CARDENAS DEL AVELLANO se consideraba apadrinado por el exmandatario nacional CARLOS SALINAS DE GORTARI; MARCO ANTONIO BERNAL GUTIERREZ confiaba en lograr la candidatura con el apoyo del dirigente nacional del PRI, MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA; ALEJANDRO ETTIENE LLANO era la carta fuerte del gobernador EGIDIO TORRE CANTU, y BALTAZAR HINOJOSA OCHOA, quien finalmente fue el elegido, logró su cometido con el padrinazgo del secretario de Hacienda, LUIS VIDEGARAY, lógicamente, palomeado por PEÑA NIETO.
Además de los antes mencionados, otros más se anotaron para darle sabor al caldo. Sin embargo, la estrategia orientada para promover la marca del PRI arrojó resultados adversos. Los compromisos establecidos a lo largo de la selección interna y el enojo por no haber sido los agraciados se convirtieron en veneno puro en el proselitismo de HINOJOSA OCHOA.
En el bando azul, el gobernador electo FRANCISCO JAVIER GARCIA CABEZA DE VACA también hubo de sortear los obstáculos de la elección interna, compitiendo por la estafeta con los alcaldes de Nuevo Laredo y Matamoros, CARLOS ENRIQUE CANTUROSAS VILLARREAL y NORMA LETICIA SALAZAR VAZQUEZ, respectivamente.
El hartazgo de los electores tamaulipecos y los excesos de la guerra sucia en su contra, relegaron a segundo término la falta de unidad plena durante su campaña de proselitismo. La alta captación de votos es una evidencia clara de que el “cuarto de guerra tricolor” no aportó las mejores decisiones y que la derrota de CABEZA DE VACA en la esquina noreste tamaulipeca no fue factor decisivo para el arrollador triunfo al término de la jornada comicial.
Ahora que, sin que necesariamente deba tomarse como el hacer leña del árbol caído, son muchas las opiniones que responsabilizan a BALTAZAR HINOJOSA OCHOA como el autor parcial de su derrota política. Aseguran que el exceso de confianza, el saborear el triunfo con anticipación y la soberbia también contribuyeron a la primera alternancia política en Tamaulipas.
Ni hablar.
Y hasta la próxima.
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