Año 2017. Así sería un día cualquiera si te encontraras en tus tareas cotidianas con algunos de los miles de robots que ya existen. No hace falta irse más lejos porque ya no son proyectos de futuro, sino productos que están operativos en hogares, calles, industrias, empresas y colegios. Lo demuestran el centenar de empresas de todo el mundo que se han reunido durante tres días en la feria Global Robot Expo de Madrid para enseñar las posibilidades de una industria que no deja de crecer.
Levantarse por la mañana no es lo mismo si se hace en una casa conectada. Sistema eléctrico inteligente, frigoríficos que se pueden manejar con la voz y robots por todas partes. El ya mítico aspirador Roomba fue el trampolín para toda una serie de aparatos del hogar que tienen el objetivo de que no vuelvas a limpiar más. Robots abrillantando cristales, quitando el polvo de las mesas, recortando el césped del jardín o limpiando los restos de las barbacoas. Los hay de todas marcas y procedencias. Ninguno es nuevo y alguno lleva ya varios años en funcionamiento. Los de la empresa gallega Smarttek se controlan con una aplicación de móvil para programar las horas y las áreas en las que deben trabajar y la aspiradora en vez de A4 o Roomba, se llama Matilda.
En la calle, los operarios de la limpieza barren las aceras. Llevan escobas normales, pero el carrito les sigue detrás, solo, a pocos metros. Se detiene cuando ellos se paran y evita a transeúntes y objetos gracias a sus 30 sensores. Es el carrito robotizado que la empresa malagueña Urban Clouds ha creado para Ferrovial y que ya está operando en Barcelona. Tiene una pala automatizada y tres modos de asistencia. El objetivo es ganar ese 20% de tiempo que han calculado que los operarios pierden agachándose a recoger y cargando con el carro.
Bienvenida a la oficina
Cuando, por fin, llegas a la oficina a trabajar, esta tendrá ya uno o varios robots de bienvenida. Puede que sea Pepper, que ya ha presentado eventos como Fitur (Feria Internacional de Turismo), o Tico, que llegó a tener un breve encuentro con Vladimir Putin en 2011 cuando este todavía no era presidente, sino primer ministro. Ambos son blancos y relucientes, de más de un metro de altura y con el aspecto de un robot que gusta a niños y mayores.
Saben cómo saludar a los que no son de su especie en más de siete idiomas, cómo dar horarios e información básica. Pepper puede bailar ‘La Macarena’ como recibimiento y después escanear el rostro para identificarlo como desconocido o para detectarlo como parte del personal de una empresa. Tico tiene equipo favorito, el Sporting de Gijón, tarea preferida, “hablar con los humanos, son emocionales y me gusta”, y un reto por cumplir: “Hacer fabada”. Ambos robots llevan varios años en funcionamiento, están desarrollados por empresas españolas y se pasean con soltura por el recinto del Palacio de Cristal de la Casa de Campo. En el caso de Pepper, la programación corre a cuenta de Robotrónica, y Tico está íntegramente creado por la compañía asturiana Adele Feeling Robots.
No son los únicos robots de asistencia. Si después de trabajar, el plan es ir a un museo como el de Ciencia y Tecnología de A Coruña, al parque tecnológico de Granada, al EventLab de Barcelona o, por cambiar, a las instalaciones de la NASA, las explicaciones están a cargo de humanoides. Más similares físicamente a Terminator, pero con mejor carácter, los androides de la empresa británica Engineered Arts Limited entonan a la perfección ‘Cantando bajo la lluvia’, entienden gracias al reconocimiento facial las emociones de los humanos (para cambiar la forma de dirigirse a ellos según estén tristes, contentos o enfadados) y saben explicar cuestiones básicas de robótica en más de 100 centros científicos. “Que mejor que un robot para explicar las cosas de robots”, señala Marcus Hold, ingeniero de diseño y productos de la compañía.
Robots en los colegios
Aunque a España todavía le queda un largo camino para alcanzar a los países con grandes inversiones en robótica educativa, el esfuerzo de algunas empresas y centros empieza a consolidarse. El objetivo compartido es tratar de inculcar el pensamiento computacional, es decir, que los alumnos comiencen a razonar de forma natural también en clave tecnológica. Una parte esencial para lograrlo está en la programación. Drones, circuitos, videojuegos, impresoras 3D o robots, todos comparten la misma genética: los códigos. Que familiarizarse con ellos sea un juego para los niños es el verdadero desafío.
La empresa SPC-Makeblock apuesta por la creatividad. Piezas desmontables y motores que pueden convertirse en robots camareros o en impresoras 3D de comida. Todo depende de la imaginación de los alumnos. Su último lanzamiento, el Airblock, es un robot compuesto de seis hexágonos con hélices que puede ir por tierra, agua y aire. Los niños son los encargados de hacer que vuele en el aula o que se arrastre, cuánto tiempo y en qué dirección, desde una aplicación para móviles y tabletas. Estas últimas también son necesarias con Ozobot, el pequeño aparato de Robotrónica que se mueve leyendo las líneas dibujadas en una aplicación. Además, es capaz de girar, acelerar o esperar según los bloques de movimiento y velocidad que ha incorporado el niño. Estos son solo dos de los proyectos que tratan de enseñar a los niños los conceptos para controlarán todos los aparatos que ya hoy en día utilizan sus padres.