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Los científicos han explicado muchas veces que Marte tuvo una vez agua líquida, que corría en forma de ríos y lagos sobre su superficie, un escenario muy diferente al actual, una árido desierto. Sin embargo, el antiguo Sol era alrededor de un tercio menos cálido, así que algo debía mantener el planeta lo suficientemente caliente como para que el agua no se congelara. La teoría más aceptada es que existía una atmósfera de dióxido de carbono más gruesa que formaba una especie de capa de gas de efecto invernadero.
Pero aquí viene el problema. Nuevos análisis de sedimentos del cráter Gale, en el ecuador marciano, realizados in situ por el rover Curiosity de la NASA, demuestran que el Planeta rojo contenía muy poco dióxido de carbono hace unos 3.500 millones de años para provocar un efecto invernadero capaz de descongelar el agua. Lo cuenta un equipo de investigadores, entre ellos varios españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Si están en lo cierto, el paisaje del antiguo Marte podría haber sido muy similar al de la Groenlandia actual.
El mismo lecho de roca marciana en el que el Curiosity ha encontrado sedimentos de un antiguo lago donde los microbios podrían haber prosperado, es la fuente de la evidencia que provoca el dilema. El rover no detectó carbonatos en las muestras de la roca madre analizada, una ausencia que significa que la atmósfera de Marte cuando existía el lago no podría haber mantenido la cantidad de dióxido de carbono.
Un clima muy frío
«Esta contradicción tiene dos posibles soluciones. O bien no hemos desarrollado aún los modelos climáticos que expliquen las condiciones ambientales de Marte al principio de su historia, o bien las secuencias sedimentarias de Gale se formaron en realidad en un clima muy frío. La segunda opción es la más razonable», explica el investigador del CSIC Alberto Fairén, que trabaja en el Centro de Astrobiología y que ha participado en el estudio.
«Sin embargo, el rover no ha encontrado carbonatos, lo que confirma los estudios de todas las sondas anteriores: los carbonatos son muy escasos en la superficie de Marte y, por tanto, el contenido en CO2 en la atmósfera era muy bajo», añade Fairén.
En concreto, los análisis de las muestras demuestran que el nivel de CO2 en la atmósfera en el momento en el que se depositaron los sedimentos de Gale eran entre 10 y 100 veces inferior al mínimo requerido para que la temperatura en superficie estuviera por encima del punto de congelación del agua líquida. No más de unas pocas decenas de milibares de dióxido de carbono podrían haber estado presente cuando existía el lago, o se habría producido suficiente carbonato para que los instrumentos del Curiosity lo detectaran. Un milibar es una milésima de la presión atmosférica a nivel del mar en la Tierra. La actual atmósfera de Marte tiene menos de 10 milibares y aproximadamente el 95% de dióxido de carbono.
Un lago glaciar
Según los científicos, la imagen que mejor describiría Gale en los inicios de Marte sería la de un lago glaciar, rodeado por enormes masas de hielo, que estaría parcial o temporalmente helado. «El entorno sería similar al Ártico canadiense o a Groenlandia hoy en día», asegura el investigador. Además, aunque el hielo habría sido dominante, también habría sido común la presencia de agua líquida en abundancia. La formación de arcillas y sulfatos se habría producido en lugares y momentos específicos, estacionalmente o en lagos de agua líquida cubiertos por una capa de hielo.
Un inconveniente de esta explicación es que el equipo del rover ha buscado y no ha encontrado en el cráter Gale evidencias de lagos cubiertos de hielo, tales como grietas grandes y profundas cuña incrustadas en los sedimentos del suave lecho del lago. Si los lagos no se congelaron, el rompecabezas se hace aún más difícil. El Curiosity tendrá que seguir en marcha para desvelarlo.