Pobre maestro…

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Torpe de pies a cabeza, el gobernador de Nuevo León, JAIME RODRIGUEZ, «El Bronco», propone que a los maestros se les autorice el reglazo, que lance el borrador hasta la cabeza de quien platique o de plano que vayan y estiren las patillas de niños y niñas que se porten mal.

Argumenta «El Bronco» que se tiene que tener control, que los niños que fueron malcriados son los que están cometiendo los crímenes en este momento.

Por supuesto que de esto último tiene razón, los padres de familia se han convertido en permisivos, llegan a cometer la tontería de tratar a los hijos como amigos, sobre protegerlos y darles lo que pidan siempre y cuando no sea tiempo o menos palabras que les hagan sentir lo orgulloso que nos pone una buena calificación, un buen comportamiento o el simple hecho que haga tarea sin que nadie le diga nada.

Sin embargo «El Bronco» se equivoca de principio a fin, cuando pide que los maestros retomen las prácticas represoras en el salón de clases para controlar a los niños, si bien en aquellos tiempos funcionaron y a ninguno de nosotros nos traumó, mejor aún, a muchos nos hizo hombres de bien, aquellos eran, aunque se redunde, otros tiempos.

Vaya, hoy la ciencia y la tecnología están tan avanzados que lo único que hace falta es que el gobierno, el Estado,  haga lo que le corresponde, asuma su papel, responsabilidad y capacite a los maestros de manera adecuada, que les de herramientas para controlar a los alumnos sin necesidad de inhibirles creatividad ni someterlos.

Podría el Estado empezar por quitar a los aviadores o ponerles a trabajar para que les quite la excesiva carga de trabajo que tienen muchos maestros con 35, 40 y hasta 50 alumnos y si, ya es tiempos que les pague bien a los maestros para que esto los lleve con alegría a cada una de esas capacitaciones que les permitan conservar su plaza y salarios dignos.

En esta época, aunque lo ignore el gobernadorcito de Nuevo León, somos más exigentes, la represión ya no cabe, menos cuando se corren riesgos de frenar a futuros ingenieros, arquitectos, científicos, doctores, sobre todo, futuros hombres y mujeres que deben comportarse como seres humanos.

Todavía más, ¿usted imagina qué le pasaría a una maestra o un maestro que tuviera la ocurrencia de golpear o maltratar a un niño así sea “justificado” por su mal comportamiento?, acertó, si lo hace contra un niño cuyos padres sean tranquilos, pues lo más grave es que tomen la escuela, se paralice la misma hasta que corran al agresor, pero si daña a un niño cuyos padres sean violentos o anden delinquiendo lo más probable es que lo encuentren muerto cualquier día, ambos casos son dañinos para los niños.

Obvio que no se justifica la violencia en ningún caso, pero los padres deben de aplicarse porque se les están convirtiendo sus hijos en delincuentes o ninis, pero no es asunto del maestro, el profesor frente a grupo, lo mejor que puede hacer es concentrarse en enseñar conocimientos útiles y convertir a niños en seres humanos para que sean jóvenes y adultos de bien, que generen riqueza y progreso para su colonia, ciudad, Estado, Nación.

Viene la historia a colación porque hoy es Día del Maestro, sin duda una fecha que nos recuerda la deuda histórica con los mismos, que nos restriegue en la cara la violencia e inseguridad que padecemos porque ni siquiera por la gran responsabilidad que tiene un profesor se les paga salarios dignos que los lleven con alegría a la escuela, tampoco se les capacita como debe ser, es más, ni siquiera se les elije por vocación.

Es tiempo de soltar los presupuestos para dignificar a los buenos maestros, no a quien estudió para tener un “trabajo seguro” por el resto de su vida, tampoco para el que compró la plaza, menos se debe usar el dinero con quien se convierte en dirigente sindical y ahora tiene para comprarse gasolineras, ser diputado y vivir como rico, no, con quien hay que trabajar es con quien tiene vocación, da resultados, con quienes pretenden que a través de sus lecciones cambie para bien la vida de sus niños y de este país, créalo, son los más y vale la pena.

Hoy hay que felicitar al maestro, a los buenos maestros, hay que entregarles reconocimientos, hay que hacerles sentir que tendrán un mejor futuro y ya mañana será tiempo de que los gobiernos se pongan a chambear, a hacer su tarea, a meterse de lleno en las Escuelas Normales para revisar sus planes de estudio y sus catedráticos, a diseñar instrumentos de selección de maestros que sean efectivos para escoger a los de mayor vocación y más preparación, también para ir alejando de las aulas a quienes no quieren trabajar, sino ganarse un salario porque aunque son pocos pero hacen mucho daño.

Finalmente se tiene que invertir en serio en capacitar todos los días a quienes queden frente a grupos, que sean los mejores para que ganen bien, pero sobre todo, para que puedan cambiar a este país porque ahí, en nuestros maestros  y el sistema educativo, está la solución de gran parte de nuestros problemas, si el sistema trabaja bien no permitirá que se vaya ningún niño del mismo hasta que resulte un hombre o mujer feliz y profesional en lo que vaya a darle de comer, en su futuro trabajo y si, con eso se dejaría de alimentar a la delincuencia, habría menos inseguridad, menos violencia.

Hoy el maestro es un pobre maestro, no gana lo que debe ganar, no tiene el liderazgo que debería tener y, por si fuera poco, se encuentra a gobernantes estúpidos que en lugar de invertir para convertirlos en los mejores del mundo, prefieren proponer que para controlar un grupo se les regrese la regla, el cinturón, el poder de golpear y jalar patillas.

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