‘El Chocorrol’ se gana la vida haciendo malabares

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Mientras el semáforo está en rojo, el parasito victorense busca el sustento diario con sus presentaciones.

Por Jacqueline Cárdenas

Bajo los semáforos, decenas de jóvenes de esta ciudad, viven de presentar espectáculos callejeros, mediante rutinas con pelotas, acrobacias, y llamas de fuego; que inician y acaban entre una luz roja y otra.

Basta menos de un minuto para presenciar el show del payasito “Chocorrol” como se hace llamar. Arte urbano que empezó como un hobbie y terminó forjándose como una verdadera disciplina.

José Luis expone su rutina en el cruce del 17 Juárez, haciendo malabares con tres pelotas de colores. Comentó que se requiere destreza, concentración y condición física para hacer esto bajo el sol y entre los coches.

El joven payaso menciona, que fue de la generación de niños que creció divirtiéndose con los payasos como Pipo, Cepillín y el payasito Raymundín, en ese tiempo parecía una labor fácil, pero considera que con el paso del tiempo la mentalidad de los niños ha cambiado y algunos llegan a tenerle miedo, debido a los rumores que en meses pasados surgieron en la redes sociales en relación a los payasos asesinos.

“Tengo un año apenas que me animé a andar de payaso por las calles, esto lo hago principalmente por necesidad, yo solo vivo con mi madre y trabajo para darle lo que ella necesita”.

El riesgo para él consiste es en estar atento al cambio de luz en el semáforo; “al ponerse en rojo es paso libre para presentar la rutina, el amarillo, indica, debes estar listo para correr y en el verde ya debes estar sobre el camellón, la rutina dura en promedio de 30 a 40 segundos”.

«En la calle aprendí muchos trucos de payaso, a decir chistes, hacer figuras con globos y me gustó, ahora es de lo que sobrevivo y ya no perjudico a nadie, al contrario hago reír a los demás”, expresa.

“Chocorrol”, va a las plazas a hacer show y cuando lo invitan también a las fiestas, durante las mañanas se sube a los micros a decir chistes, aunque afirma que no todos cooperan ni le devuelven una sonrisa.

“Al final del show siempre les digo que hay que dejar los problemas en nuestras casas, hace un tiempo me vi envuelto en varios problemas y a partir de ahí aprendí a valorar más mi vida y a reírme de mis problemas”.

Mencionó que cuando comenzó a vestirse de payaso, solo se pintaba la cara y en ocasiones algunas personas lo miran mal porque no era igual a todos los payasos, pero con el tiempo fue comprando su propio vestuario.

No me importa lo que diga la gente ni mis otros compañeros payasos, yo hago mi lucha es muy válido para cualquiera, además para ser payaso no se necesitan títulos ni estudios, yo solo llegué hasta la primaria y por eso no tengo buenas oportunidades más, que ser payasito de la calle”, finalizó.