Reciben en el Santuario reliquia de mártir Cristero

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La Arquidiócesis de Guadalajara, donó a Victoria la sagrada reliquia del Beato Anacleto González Flores.

Por Jacqueline Cárdenas
La tarde de este sábado en la comunidad de la parroquia del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, se presentó la reliquia del Beato Anacleto González Flores, mártir de la guerra cristera, la cual reposa en una urna dentro del templo hasta el viernes 20 de abril.
El padre Guadalupe Villanueva del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, indicó que la reliquia del Mártir Anacleto González, tendrá un recorrido por algunas capillas del sector y el viernes se entregará en el Colegio Antonio Repiso. De esta manera el beato hará su peregrinaje por todas las parroquias de la ciudad, hasta el mes de noviembre.
El sacerdote detalló que la reliquia es solo una pequeña parte de los restos mortales del mártir. Indicó que Anacleto González fue una de las grandes figuras durante la persecución religiosa en México y fue beatificado en el año 2005 por el Papa Benedicto XVI, por lo que la iglesia espera que pronto el beato sea elevado a los altares.
«La reliquia fue una donación  de la Arquidiócesis de Guadalajara para la Diócesis de Ciudad Victoria, exhortamos a todos los fieles a que estén al pendiente del recorrido del beato Anacleto por las parroquias de la ciudad, aún no sabemos en que iglesia se va a quedar definitivamente».
Hizo énfasis a que los fieles acudan a sus parroquias a visitar la reliquia para conocer de la vida y obras de Anacleto González.
El recorrido de la reliquia culmina el 17 de noviembre «Día del laico» en el Colegio La Salle de Victoria.
Mártir de los Cristeros…
José Anacleto González Flores en 1908 ingresó al seminario auxiliar de San Juan de los Lagos. Cuando comprendió que su vocación no era el sacerdocio ministerial ingresó en la Escuela Libre de Leyes. Notable pedagogo, orador, catequista y líder social cristiano, se convirtió en paladín laico de los católicos de Guadalajara.
La madrugada del 1 de abril de 1927 fue aprehendido en el domicilio particular de la familia Vargas González; se le trasladó al cuartel Colorado, donde se le aplicaron tormentos muy crueles; le exigían, entre otras cosas, revelar el paradero del arzobispo de Guadalajara: «No lo sé, y si lo supiera, no se lo diría», respondió.
Los verdugos, bajo las órdenes del general de división Jesús María Ferreira, jefe de operaciones militares de Jalisco, descoyuntaron sus extremidades, le levantaron las plantas de los pies y, a golpes, le desencajaron un brazo.
Antes de morir, dijo a Ferreira: «Perdono a usted de corazón, muy pronto nos veremos ante el tribunal divino, el mismo juez que me va a juzgar, será su juez, entonces tendrá usted, en mi, un intercesor con Dios». El militar ordenó que lo traspasaran con el filo de una bayoneta calada. Su muerte hundió en luto a los tapatíos.

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