Luto en El Gráfico, Cuauhtémoc Díaz Martínez, falleció el sábado y ayer fue despedido por familiares y amigos que se reunieron para recordarlo como entrañable y fiel amigo.
Por Arnoldo García
En medio de la tristeza, lágrimas, dolor, pero también de la alegría el buen humor como lo era él, Cuauhtémoc Díaz Martínez, fue despedido.
Se fue como cuando terminaba de escribir las notas, su columna, como cuando después de la jornada se iba a descansar.
Así se fue tranquilo, en paz planeando, pensando que habría de escribir mañana.
Un reportero escribe todo, pero nunca escribe la nota de su muerte.
Se fue el compañero, amigo que veíamos cada mañana sentado frente a la máquina escribiendo a toda velocidad, luego de que, por la noche, acompañado de Mely, su fotógrafo, habían recorrido las calles en busca de la nota.
Luego, su columna con buena información de “la grilla” y llena de humor.
Si duele la partida del compañero, amigo duele más la ausencia del esposo y padre.
Ahí estaban con él su esposa Mague, sus hijos Temo y Aída como siempre a su lado, amándolo como siempre y recordándolo para siempre.
También con él y como siempre sus hermanos Guadalupe, Omar, Eréndida,
Lupe, Mario, Morelia, Lilia y Lupito entristecidos y dolientes, una vez más el cáncer les arrebata un ser querido.
Ausentes en lo físico por cuestiones de trabajo, Frida y Yuri lo lloraban a distancia.
Pero ahí estaban sus amigos de siempre, de los jueves, los del domo, los de siempre y de todos los días con los cuales compartía y departía la alegría, los comentarios, la carne asada, opiniones, la cerveza, los puntos de vista y pasar la tarde y hasta entrada la noche en la convivencia animada.
Ahí estaban sus amigos, sus amigas recordando aquellas horas de conversación de buen humor.
Aquellas tardes y noches con Temo que ya no están solo en la memoria, sino también en el corazón donde se guardarán para siempre.
Y así con un fuerte aplauso como si Temo hubiera conectado el último o el mejor de sus jonrones, quienes lo apreciaban en vida le dieron un hasta pronto, porque como dijo el Padre Enrique durante la misa, “su ausencia es breve, porque quienes profesamos nuestra Fe, confiamos en que nos volveremos a encontrar allá en la vida eterna”.
El grito surgió espontáneo de en medio de la Capilla Del Refugio, llena a tope, cuando ya la misa había terminado:
“Un aplauso para el pelotero y amigo Temo”… Se oyó de entre los asistentes.
Y así como sí hubiera conectado un jonrón con la casa llena, así como lo hizo tantas veces en un parque de pelota, disfrutando el deporte de sus amores, Temo llegó al home y cumplió con su misión en esta vida…¡Misión Cumplida!