Gana Alexander Lukashenko su sexto mandato en Bielorrusia entre protestas y sospechas de fraude

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Agencias.- El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, fue reelegido con el 80 % de los votos, según sondeos a pie de urna, una victoria empañada por las detenciones de opositores y periodistas, el bloqueo de internet y las sospechas de fraude.

«Lo mas importante es saber aceptar la derrota. Es decir, aceptarlo (el resultado) y felicitar» al rival, dijo Lidia Yermóshina, la temida jefa de la Comisión Electoral Central (CEC), cargo que ostenta desde 1996.

Lukashenko, de 65 años y en el poder desde 1994, buscaba un sexto mandato presidencial en medio de las tensiones con su principal aliado, Rusia, y el deshielo con Estados Unidos, que envió hoy una segunda partida de petróleo para cubrir el vacío dejado por el crudo ruso.

VICTORIA APLASTANTE

De acuerdo con los sondeos a pie de urna publicados por la agencia Belta, Lukashenko lograría el 79,7 % de los votos, con lo que podrá permanecer en el cargo hasta 2025, un caso inédito en la reciente historia de Europa.

Mientras, la candidata de la oposición unificada, Svetlana Tikhanovskaya, obtendría un 6,8 % de los sufragios, un resultado muy lejos de lo pronosticado por los analistas.

Tikhanovskaya, que asumió en mayo el liderazgo de la oposición tras la detención de su marido, Serguéi Tijanovski, el bloguero más popular del país, consiguió movilizar en las últimas semanas a cientos de miles de personas en toda Bielorrusia.

«El país no puede pertenecer a una sola persona», aseguró la víspera la opositora, quien prometió convocar, en caso de victoria, unas elecciones auténticamente democráticas en un plazo de seis meses.

Tikhanovskaya formó una troika con otras dos mujeres: Veronika Tsepkalo, esposa de un candidato exiliado, y María Kolésnikova, representante del detenido banquero y también aspirante, Víctor Babariko.

Pese a todo, Lukashenko insistió en que una mujer no puede ser presidenta de Bielorrusia.

«Yo no considero a esa persona como mi principal oponente. Son ustedes (los medios de comunicación) quienes la han convertido en mi mayor rival. Ella misma ha reconocido que no sabe dónde está ni qué hacer», comentó a la prensa tras depositar su voto.

LA COVID-19, DETONANTE DEL DESCONTENTO 

Los resultados preliminares contrastan con el gran descontento popular provocado por la gestión de Lukashenko durante la pandemia de coronavirus en Bielorrusia, que suma casi 70,000 contagios y 587 muertos.

«En nuestro país no ha muerto ni una sola persona de coronavirus. ¡Ni una sola!», afirmó, declaraciones que dieron la vuelta al mundo y propiciaron una visita de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A esto se suma el estancamiento económico -el Banco Mundial ha pronosticado una contracción del 4 %, la mayor caída en veinticinco años- y la indignación por las detenciones masivas de activistas, periodistas y observadores.

«Sasha, 3 %», fue el mote de Lukashenko que se popularizó en las redes sociales en los últimos meses por el bajo nivel de popularidad entre los bielorrusos.

La represión prosiguió hoy, ya que fue detenido otro de los principales colaboradores de Tikhanovskaya, con lo que ya son diez los apresados cercanos a la candidata opositora en los últimos días.

Por temor a un arresto, Tsepkalo abandonó con urgencia Bielorrusia y se refugió en Moscú, donde se había exiliado en un primer momento su marido y sus dos hijos.

PROTESTAS OPOSITORAS

Tras cerrarse los colegios y publicarse los sondeos que otorgaban la victoria a Lukashenko, activistas opositores se congregaron en torno a varios colegios electorales, pese a las advertencias de las autoridades.

Varios opositores fueron detenidos y se produjeron enfrentamientos violentos entre manifestantes y efectivos antidisturbios.

Precisamente, después de que Lukashenko advirtiera de que no permitirá una revolución a la ucraniana en Bielorrusia, las fuerzas de seguridad reforzaron su presencia en el centro de Minsk y acordonaron edificios oficiales, parques y plazas.

Tikhanovskaya había instado a los bielorrusos, «civiles y de uniforme», a que renunciaran a la violencia.

«Somos gente pacífica. Nuestra fuerza está en la unidad y el amor por nuestro país. Somos mayoría y no necesitamos sangre en las calles de nuestras ciudades», proclamó.

SOSPECHAS DE FRAUDE

Más del 41 % de los bielorrusos votó por adelantado, un instrumento de fraude, según la oposición y los observadores independientes.

Por eso, la oposición llamó a sus partidarios a votar exclusivamente el domingo, con lo que la nota dominante fueron las grandes colas frente a los colegios, incluido el habilitado en la embajada bielorrusa en Moscú.

La oposición decidió realizar un recuento paralelo por medio un programa informático Golos (Voto) en el que se registró más de un millón de personas, que debían enviar una foto con su sufragio.

No obstante, la jornada estuvo marcada por el bloqueo de internet, lo que dificultó el acceso a medios independientes, como Nasha Niva y Tut.by, el recuento paralelo y la movilización opositora en las redes sociales.

Sea como sea, la jefa de la Comisión Electoral Central Yermóshina negó que se hubieran producido irregularidades que pudieran repercutir en el resultado final, en lo que coincidieron los diputados rusos que acudieron a los comicios, en los que por vez primera no hubo observadores occidentales.

Yermóshina llamó a la oposición a no «agitar a las masas» a tomar las plazas con el fin de evitar lo ocurrido en las presidenciales de 2010, que desembocaron en desórdenes violentos y en la detención del principal candidato opositor.

Lukashenko, el líder neoestalinista que no cree en el coronavirus

En el poder desde hace más de un cuarto de siglo, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, que fue reelegido el domingo, es un caso único en Europa. Además de sus ideas neoestalinistas, sus tendencias autoritarias y su rancio machismo, niega categóricamente la existencia de una pandemia de COVID-19.

“En nuestro país no ha muerto ni una sola persona de coronavirus. ¡Ni una sola!», dijo en su momento Lukashenko.

Lukashenko, de 65 años y en el poder desde 1994, ganó las elecciones, pero su victoria puede ser pírrica, ya que está mancillada por el descontento social, las protestas antigubernamentales, el estancamiento económico y las tensiones con Rusia, su principal aliado y socio comercial.

 

NO HAY PANDEMIA QUE VALGA

Mientras el ministerio de Sanidad sigue informando diariamente sobre cientos de contagios, Lukashenko se mantiene firme en su actitud negacionista en un intento desesperado de salvaguardar la imagen del país que más recuerda a la antigua Unión Soviética.

La lógica de Lukashenko es aplastante. Para el antiguo director de una granja colectiva los muertos por coronavirus, en realidad han muerto debido a un “ramillete de afecciones crónicas”, desde insuficiencias cardíacas y respiratorias, a diabetes.

«Se los advertía hace tres meses. La pandemia no solo es una enfermedad. Es una lucha política y, como vemos hoy, una guerra económica. Todos los países intentan aprovechar esa enfermedad para sacar ventaja y, si pueden, aprovecharse de los otros», afirmó recientemente.

Ni siquiera reconoció el peligro de la enfermedad después de que sus médicos personales le informaran de que había contraído el virus, aunque de manera asintomática.

“Como yo he dicho, el 97% de nuestra población está pasando esta infección asintomáticamente. Gracias a Dios, yo he logrado entrar en este ejército de asintomáticos”, señaló.

A sus 65 años es tarde para cambiar. Y el KGB, el único país donde el Comité de Seguridad Estatal aún conserva su acrónimo, le ha ayudado a imponer su voluntad desde que asumiera la Presidencia en 1994.

No obstante, Lukashenko cometió un error de cálculo al minusvalorar al coronavirus como instrumento de cambio.

Su actitud durante la pandemia provocó la mayor ola de descontento popular que se recuerda en este país y dio alas a la oposición, incluso después de que el KGB detuviera a sus líderes.

PURGAS OPOSITORAS

Conocido durante mucho tiempo como el “último dictador de Europa”, Lukashenko había hecho votos en los últimos años por controlar sus instintos represores e incluso liberó a un buen número de presos políticos.

Eso mejoró las relaciones con Occidente, que parecía dispuesto a darle una nueva oportunidad a Minsk en aras de poner una cuña entre el Kremlin y su principal aliado.

No obstante, Lukashenko acabó por perder los nervios ante la imparable campaña de movilización popular puesta en marcha por la oposición democrática.

El bloguero Serguéi Tijanovski se convirtió de la noche a la mañana en un héroe nacional y el banquero Víctor Babariko recogió casi medio millón de firmas.

“Algunos siguen incitando a la gente a un Maidán el 9-10 de agosto. Dios no lo quiera que estalle un incendio y se propague por todo Minsk. No podemos permitirlo y no lo permitiremos”, dijo.

Lukashenko no tardó en hacerles pagar caro su descaro. El primero fue detenido y acusado, entre otras cosas, de instigar desórdenes masivos. El segundo fue apresado después de presentar sus firmas por diversos delitos económicos.

Detrás de ambos, según Lukashenko, estaría Rusia, representada por el consorcio gasístico Gazprom, interesado en la desestabilización de Bielorrusia, a la que está enfrentada debido a los suministros de gas.

Pero la oposición tenía un as en la manga. La esposa de Tijanovski, Svetlana, tomó el testigo y logró lo imposible, unificar a la oposición con la promesa de convocar unas elecciones auténticamente democráticas en un plazo de seis meses.

«El pueblo bielorruso despertó de su letargo», aseguró.

PUTIN, UNA RELACIÓN TORMENTOSA

“Somos hermanos eslavos”, siempre le ha gustado decir a Lukashenko, cuando se dirigía al jefe del Kremlin, Vladímir Putin, y al vecino del norte, Rusia.

Le iba la vida en ello, ya que Rusia es su principal socio económico y militar, fuente de créditos, destino de sus exportaciones y mayor suministrador de petróleo y gas.

Pero las estrecheces económicas en Rusia cambiaron las tornas. Después de varios años de pulso, los liberales rusos se llevaron la partida en su intención de convencer a Putin de que Moscú no podía seguir subsidiando a Bielorrusia.

Seguidamente, Lukashenko empezó a quejarse de que la “hermana” Rusia le quería cobrar por el gas y el petróleo lo mismo que a otros clientes como Polonia o los bálticos.

Las tensiones alcanzaron su cenit a principios de año, cuando Rusia suspendió el suministro energético, pero Bielorrusia había golpeado primero.

Lukashenko dio una auténtica bofetada a Putin al negarse a firmar el tratado de la Unión Estatal entre ambos países con el argumento de que no está dispuesto a ceder ni un puñado de soberanía nacional.

Dicho desplante puede tener graves consecuencias geopolíticas para el Kremlin, ya que Bielorrusia es el único territorio que separa a la OTAN de las fronteras de Rusia.

“Sinceramente, veo a Putin como mi hermano mayor. Hay cierta tensión entre nosotros, ya que ambos tenemos una fuerte personalidad (…) Putin hace una promesa, el Gobierno ruso decide lo contrario. Yeltsin lamentó que eligió a Putin como sucesor”, dijo en una reciente entrevista con la televisión ucraniana.

GIRO A OCCIDENTE

Las tensiones con Rusia coincidieron con la normalización de las relaciones con Occidente, especialmente con Estados Unidos, que levantó las sanciones contra Minsk.

Lukashenko siempre ha defendido que su país es un puente entre el este y el oeste, tanto en el sentido político como geográfico del término, pero a la hora de la verdad nunca apostó por una sincera cooperación con Bruselas o Washington.

La Unión Europea había intentado en varias ocasiones doblegar esas reticencias con una mezcla de realpolitik y dinero, aunque los avances fueron muy tímidos.

EU, que lleva doce años sin embajador en Minsk, dio el paso más ambicioso al enviar en mayo pasado un petróleo con un cargamento de 80,000 toneladas para Bielorrusia.

El secretario de Estado, Mike Pompeo, fue hace unos meses el más alto funcionario estadounidense en viajar a Minsk en más de 25 años y se mostró dispuesto a cubrir «el 100 por cien» de la demanda de petróleo bielorrusa «a unos precios competitivos».

Criado en la Guerra Fría, Lukashenko afronta tras su victoria un dilema sin solución. Depende de Rusia, que le exige absoluta lealtad, pero su supervivencia política puede radicar en la apertura a Occidente.

Svetlana Tikhanovskaya no reconoce los resultados de las elecciones bielorrusas

La candidata a la presidencia bielorrusa y abanderada de la oposición unificada, Svetlana Tikhanovskaya, declaró este lunes que no reconoce los resultados de los comicios de este domingo que dan la victoria al actual mandatario, Alexander Lukashenko.

«No reconocemos los resultados. Hemos visto los protocolos de votación», dijo Tikhanovskaya en rueda de prensa.

La candidata presidencial, esposa del bloguero opositor detenido, Serguéi Tijanóvski, llamó a «los que creen que su voto ha sido robado, a no quedarse callados», según recogen los medios rusos.

De acuerdo al portal MBJ Media, el equipo de Tikhanovskaya pretende probar «todas las infracciones» con ayuda de los resultados de una votación paralela de la oposición durante las elecciones.

La candidata presidencial se mostró dispuesta a reunirse con Lukashenko para abordar la situación y expresó que no tiene planes de abandonar el país por temor a ser detenida.

«No veo ni un motivo por el que pueda ser arrestada o tenga que salir del país», aseveró, citada por la agencia Interfax.

Mientras, una de sus colaboradoras más próximas, María Kolésnikova indicó que tanto la candidata presidencial como su equipo están preparados para «unas protestas largas».

Según los datos oficiales aún no definitivos, Lukashenko, en el poder desde 1994, habría logrado en los comicios de ayer el 80,23 % de los votos, frente al 9.9% que obtuvo la candidata de la oposición unificada, Sviatlana Tsikhanouskaya.

Tras el cierre de los colegios electorales en Bielorrusia, la oposición del país salió a las calles de Minsk y de otras ciudades del país para protestar contra lo que denunciaron como fraude electoral.

Los manifestantes fueron dispersados por la policía antidisturbios, que empleó camiones lanzaaguas, gases lacrimógenos, proyectiles de goma y porras.

Según el Ministerio del Interior, en las acciones de protesta de ayer fueron detenidas cerca de 3,000 personas y medio centenar de ciudadanos resultaron heridos.

Interior afirmó que entre los agentes del orden también hay 39 heridos como resultado de choques con los manifestantes en la noche postelectoral.

A su vez, las autoridades sanitarias desmintieron la información sobre la muerte de un manifestante durante las protestas de la víspera, tal y como habían sostenido algunos activistas.

La propia Tsikhanouskaya manifestó durante su primera rueda de prensa tras las elecciones presidenciales que su entorno recibe «información no contrastada» sobre posibles muertos en los enfrentamientos de anoche.

«Si eso resulta ser verdad, será el inicio del fin», advirtió la opositora.

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