POR CARLOS LOPEZ ARRIAGA
Cd. Victoria.- La pachorra también juega, el más alto mando no tiene prisa. Para nadie es un secreto que una baja asistencia a las urnas beneficia al partido gobernante. Los triunfos opositores exigen votaciones copiosas.
Plan con maña, la vacunación deliberadamente floja, a paso de tortuga, si recordamos que aún les resta un 95% de la población por inmunizar. A ese ritmo, llegaremos al 6 de junio con la emergencia sanitaria encima y el confinamiento a cuestas, sin ver todavía la otra orilla.
La paradoja es que los comicios venideros hayan sido calificados de antemano como los más amplios, diversos y complejos de la historia. Megaelección, proceso monstruo.
Veamos de nuevo el mapa electoral bajo la cámara lenta y los claroscuros que nos impone la pandemia. Campañas pasadas por agua, a medio gas, de baja asistencia y muy escasa emoción social.
Triunfa la simulación. Manos que pocas veces se aprietan, saludos puño con puño, abrazos a la distancia, besos que raspan con cubrebocas de por medio.
El resultado es una fiesta deslucida con poca asistencia y animadores de bajo perfil turnándose el micrófono y el derecho al ruido. Cámara lenta, en efecto, a ratos en colores sepia, en gran angular, alto contraste.
El proceso electoral más grande de la historia se encuentra a 40 días de culminar y la gente aún no identifica (bien a bien) cuál será su utilidad práctica.
Cantidad excesiva de payasos, más que nunca. Antes eran la excepción, hoy aspiran a ser la regla. Candidatos que cantan y bailan, convencidos de que las fórmulas del showbiz tienen plena vigencia en política.
Buen tema para una encuesta pesimista, ¿podría usted decirme los nombres de los aspirantes a presidentes municipales, diputados federales y locales, que hoy compiten por su alcaldía y distrito?
La propaganda por teléfono ha perdido eficacia en estos tiempos, debido al pavor que inspiran las llamadas de números desconocidos. Anomalía interesante, vendedores y despachos de cobranza a menudo coinciden con cuentas de extorsión.
La gente no quiere que le pregunten, a menudo cuelga, teme el mal uso de cualquier dato, opinión, respuesta por vaga que esta sea. Bloquea los números con el mismo enojo y decisión de quienes antaño ponían tranca a la puerta y una escopeta junto a la ventana.
La desconfianza ciudadana se expresa también en consideraciones de orden metálico. Tras el alud de espots y la bruma de promesas, eslogans, aduladores, logos y membretes, repunta el número de ciudadanos potencialmente indignados, preguntando al principio con timidez, luego con firmeza…
¿Y todo eso cuánto cuesta, quien paga, quienes se benefician de ello, en qué partidas, rubros, de los entrantes presupuestos municipales habrán de recuperar su inversión?…
MENTES DESIERTAS
La palabra “cambio” es moneda de uso ya muy devaluada. La pregonan izquierdas y derechas, cada cual con el mismo vacío de significado. Todos los candidatos presidenciales han prometido el cambio desde que México tiene memoria.
Definir el cambio, tarea ingrata. ¿Se modifica en algo la orientación del gasto público, las prioridades del presupuesto?
Eso ni se pregunta. Cambio es que uno llegue, se vaya el otro y viceversa. Cambio es que no roben los mismos, que élites y generaciones se roten el usufructo privado del dinero público. Cambio es que se queden con el cambio.
A tal grado se han evaporado ideologías y doctrinas partidistas que hoy antiguos adversarios van del brazo en busca del voto. Maravillas del perdón y el reparto de utilidades, enemigos acérrimos la noche anterior, amanecen trabados en abrazo febril.
Repetidos hasta el abuso, conceptos como democracia, libertad, justicia, soberanía, transparencia, honestidad, oportunidades, empleo, son hoy meras chácharas sin significado rescatable. Ideas fuerza cuya explotación abusiva convirtió en morralla.
Aquello de los gobiernos presuntamente “cercanos a la gente” ha pasado ya por tantas manos, que hoy se escucha como un mero sonsonete, tamborileo, salmodia, oscuro mantram.
¿En verdad será usted el alcalde (la alcaldesa) del empleo?, ¡ups!, cuántos presidiarios distinguidos al norte y sur del río Bravo han prometido lo mismo y miren como les fue, qué les pasó, dónde están ahora.
Los candidatos se observan entre sí con morbo. Como divas en noche de Óscares, se envidian vestidos, peinadora, maquillista. Piratearse mapaches, escribanos de discursos y ladrones del voto se ha vuelto parte esencial de la picaresca previa.
En la cultura del reciclaje, todo es reutilizable, ideas, frases, colores, métodos y personas. Expresiones felices que un candidato de MORENA manejó en Oaxaca, luego resucitan, intactas, en una campaña panista de Guanajuato y en la narrativa estelar de un abanderado tricolor en Campeche.
En fin, lo mejor de esta fiesta cívica es su carácter pasajero, perecedero. En cinco semanas, ganen o pierdan, dejaremos de verlos.
Porque, mire usted, (1) los perdedores se habrán de esconder a contar el dinero que les sobró y (2) los ganadores jamás regresan, hasta que buscan de nuevo el voto.
Si esto es en verdad democracia, cada quién tendrá su opinión. Ánimo lector, ánimo televidente, radioescucha, cibernauta, lo único cierto es que ya falta menos y muy pronto serán historia.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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