POR CARLOS LOPEZ ARRIAGA
Cd. Victoria, Tam.- En la perspectiva que dan los años, vistas las cosas a la distancia, su figura se empequeñece aún más, acaso sin remedio ni recuperación posible.
Incluso, sin importar las dos o tres gracejadas interesantes que soltó durante la campaña de 2018, RICARDO ANAYA CORTÉS lleva como sello imborrable la traición, práctica que lo define.
Entre otras linduras, el haber apuñalado a su mentor que lo llevó al CEN, el chihuahuense GUSTAVO MADERO MUÑOZ, a quien desplazó de la dirigencia nacional.
Peor todavía, el haberse impuesto por autodedazo como candidato presidencial del PAN en 2018, siguiendo el camino de ROBERTO MADRAZO PINTADO en el PRI, doce años atrás, en 2005, cuando le ahorcó la mula de seises a sus adversarios internos del TUCOM.
Aunque la bajeza de ANAYA fue peor que la de MADRAZO. El Partido Acción Nacional tenía en su expediente dos elecciones internas verdaderamente ejemplares, democráticas:
La del otoño de 2005, cuando FELIPE CALDERÓN HINOJOSA sale de la banca para derrotar al delfín del presidente FOX, nada menos que a SANTIAGO CREEL, extitular de Gobernación.
Y la de 2012, cuando JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA se impone limpiamente sobre el gallo del presidente CALDERÓN, el actuario ERNESTO CORDERO ARROYO, extitular de Hacienda.
Todo ese ejercicio de competencia interna se vino abajo cuando ANAYA decidió apalancarse en la dirigencia nacional y agenciarse la candidatura presidencial, luego de bloquear a personajes como MARGARITA ZAVALA y RAFAEL MORENO VALLE.
Inescrupuloso en la competencia por el poder, heterodoxo en sus formas, la bizarría de ANAYA empieza desde su tesis de licenciatura en derecho que tuvo por tema y título (mire usted): “El grafiti en México: ¿arte o desastre?”.
Rara preocupación en las pintas callejeras que podría entenderse en un estudioso de la cultura popular, pudiera antojarse excéntrica para un abogado.
Detalle que importa mencionar porque explica la ligereza con que se ha conducido en el terreno de la política. Su accidentado ascenso donde parece haberles quedado a deber a quienes lo ayudaron.
CARNE DE FISCALÍA
Quizás por ese perfil tan individualista, los cargos penales que hoy enfrenta vienen de varias trincheras. A consecuencia de su accidentada imposición como candidato presidencial, al interior del PAN surgieron voces que le señalaron corruptelas.
Entre otras, la del propio ERNESTO CORDERO, quien levantó formal denuncia en la entonces PGR donde acusa a RICARDO ANAYA de participar en una red de lavado de dinero, enriquecimiento inexplicable y probables operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Y bueno, dos gobiernos de la república consecutivos (los de PEÑA y LÓPEZ OBRADOR) han emprendido investigaciones del mismo tipo, por delitos económicos, contra el exdirigente panista.
La más reciente diligencia de la hoy llamada Fiscalía General de la República (FGR) ocurre cuando RICARDO empezaba a encaminar sus pasos hacia una segunda candidatura en 2024, destacando por sus ataques en redes contra LÓPEZ OBRADOR.
En respuesta, el obradorismo nada tuvo que inventar, solo revivir las acusaciones previas del gobierno peñista y las que presentaron los propios compañeros blanquiazules.
Dice AMLO que, si en verdad es inocente, ANAYA no tendría por qué huir, solo presentarse y dejar clara su inocencia, en la vieja lógica de que “quien nada debe, nada teme”.
Solo que en México esto no funciona, no aplica, porque nunca ha sido necesario deber algo para temer a las acciones del ministerio público. Todo puede pasar cuando este opera por consigna.
Es el caso de la exsecretaria ROSARIO ROBLES BERLANGA quien, armada de valor civil, se presentó ante la autoridad para hacer frente a las acusaciones en su contra, descansando en la seguridad de su inocencia.
El resultado fue su consignación y cárcel, entre otras razones porque las autoridades tenían otros datos y acariciaban planes ya decididos en función de órdenes precisas que apuntaban hacia el reclusorio femenil de Santa Martha Acatitla. Corría el mes de agosto de 2019, han pasado ya dos años, ahí sigue.
Por ello ANAYA decidió escapar, para operar la defensa desde su libertad y no en prisión. Sencillamente no cree en la imparcialidad del gobierno ni en su oferta de ajustarse al debido proceso. Porque nada garantiza que así será, pone tierra de por medio.
La historia se repite una y otra vez. De nueva cuenta, la justicia mexicana es puesta al servicio del desnudo pleito por el poder. A veces ocurre dentro de un mismo partido, otras en la disputa interpartidista.
Se confirma la función del ministerio público como pretexto y mascarada para el ajuste de cuentas, la venganza, la satisfacción de agravios personales.
En efecto, no se componen. Tampoco hay necesidad de tomar partido, la descripción mínima del caso los exhibe. El perseguido va tan desnudo como sus acusadores.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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