Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- ¿Tendríamos que quejarnos ante la PROFECO por este producto engañoso que nos quieren vender a los mexicanos, siendo como parece, de calidad distinta y características diferentes a lo que ofrece el empaque?
El diablo se esconde en los detalles. La ola obradorista dice promover una consulta a la que sus operadores llaman “revocación”. Solo que revocar significa destituir, remover a un poderoso del cargo.
No es eso lo que buscan los morenos. Lo que en verdad desean también empieza con “R” pero se llama “ratificación” y significa autorizar a un presidente para que se quede hasta el final de su mandato.
Una reverenda tontería, porque los mandatarios en México son electos para seis años, ninguna falta hace preguntar a la gente por una decisión que ya tomó en junio de 2018.
Aflora entonces la duda, ¿qué es realmente esa consulta?, acaso una descomunal bocada de incienso, la más cara en nuestra memoria. Un aparatoso masaje al ego presidencial.
Origen y destino, asoma insaciable su hambruna de reconocimiento. Más que figurar en la historia, el hombre ha luchado como nadie para ocupar un lugar magnífico en los textos gratuitos de la próxima generación.
De preferencia, el libro de cuarto año, donde ya se imagina en portada, equiparado su perfil con los de HIDALGO, MORELOS, JUÁREZ, MADERO y CÁRDENAS.
Así de flaca andará la autoestima, así de profunda su adicción por la grasosa y edulcorada dieta a base de aclamaciones que después de 2024 quedarán en el pasado.
Desde ahora parece afectarle, el solo recordarlo le provoca apuros. Sufre ya de nostalgia por el tiempo presente, de aquí la urgencia para que la gente le cante y baile en cada evento. Su renovado frenesí por los recorridos a ras de campo, entre paisajes de estanflación y pandemia.
Muy rápido pasaron los años, 2018, 2019, 2020, 2021, para quien concursó tres veces por la silla y ahora observa que la acariciada meta se le escurre entre el diario trajinar, en implacable cuenta regresiva.
Menos días señor Presidente. Se va en octubre de 2024, le quedan dos navidades como inquilino de Palacio Nacional, dos fiestas de año nuevo frente al zócalo, dos cumpleaños en noviembre. Y luego adiós.
Lo que sigue es entrar al túnel de la historia, afrontar de lleno el juicio de los mexicanos y esto lo colma de espanto, parece achicarlo bajo la ropa y se manifiesta en su habla rasposa, ese caminar desencajado, la mandíbula chueca, el pelo desaliñado.
Ni modo, lo que empieza acaba. No hay tal revocación, no hay tal ratificación, la consulta es un espejismo más en este reino de simulaciones. El monarca tendrá su fiesta pero le dejará un sabor a centavo viejo.
Quedará para el recuerdo como un monumento al surrealismo nacional. Promueven la revocación quienes votarán por la ratificación, dentro del más depurado teatro del absurdo. Y todo por una nueva ración de aplausos, solo eso.
¿Podrá el jefe supremo sentir placer genuino en su apesadumbrado corazón cuando los conteos le reporten que la ratificación ganó por amplio margen?, ¿tendrá capacidad para el autoengaño cuando deba reír con amplitud ante sus incondicionales que hagan fila para abrazarlo y felicitarlo?
Acaso se mire entonces al espejo y alcance a decir “misión cumplida”, poco antes de que una irrefrenable sensación de repugnancia le estrague el paladar, la garganta, el corazón, el alma.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com