Por Guillermo Gutiérrez González
La polarización es el fenómeno por el cual la opinión pública se divide en extremos opuestos. Se dice que las sociedades con mayor grado de polarización tienen más posibilidades de enfrentar conflictos sociales.
Dicho lo anterior, tenemos que reconocer que México vive un desafío actualizado ante la polarización que se genera, lamentablemente, desde la misma presidencia de la república. Andrés Manuel López Obrador ha divido a la población entre buenos y malos, entre ricos y pobres, entre liberales y conservadores. Una pugna nacional que se inscribe entre opositores y los que están de acuerdo con su gobierno. Un pugna que no abona a la concordia nacional.
Son tiempos de odio que se reflejan en el ámbito político, social, religioso, deportivo y hasta en temas de diversidad sexual y familiar. La polarización se agudiza en la desigualdad económica, en los procesos electorales y en especial en las redes sociales.
Hoy es muy fácil denostar, agredir o hasta amenazar a quienes no piensan igual. No es el mejor camino para alcanzar un futuro más halagüeño para las nuevas generaciones.
Un factor que nubla el raciocinio es la fe ciega en los líderes políticos o el fanatismo enfermizo por las creencias religiosas o las preferencias deportivas.
Nuestra nueva realidad debe abrir espacio a la tolerancia, al respeto por quienes no coinciden con nosotros, a la civilización y a la serenidad política.
La tragedia suscitada en el estadio Corregidora el pasado fin de semana, nos debe lleva a la reflexión profunda. Algo está mal en nuestra estructura social y es urgente que todos le apostemos a la unidad, a la armonía y a la calidad humana.
vientosdelsur@infinitummail.com
Ante este encono que se presenta en la sociedad, los mexicanos no debemos alarmarnos por lo que pasa en la invasión Rusa en Ucrania. Aquí estamos viviendo nuestro propio infierno.
Y a propósito de polarización política, en Tamaulipas y en otros 5 estados del país, el 3 de abril dan inicio las campañas en la búsqueda de las gubernaturas, ojalá este proceso se distinga por las propuestas y la altura de miras y no por la guerra sucia, las descalificaciones y los insultos.
Los tamaulipecos tenemos confianza en lo primero, a una política de respeto mutuo.