«INFLACIÓN, COVID Y PODER ADQUISITIVO»

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Por: Dr. Jorge A. Lera Mejía

Este fin de noviembre, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó el «Informe Mundial sobre Salarios 2022-2023: El impacto de la inflación y de la COVID-19 en los salarios y el poder adquisitivo».

El informe estima que los salarios mensuales disminuyeron en términos reales de 0.9 por ciento en la primera mitad de 2022; la primera vez en este siglo que el crecimiento del salario real global ha sido negativo. Entre los países avanzados del G20, en la primera mitad del 2020, se estima que los salarios reales disminuyeron de 2.2 por ciento, mientras que en los países emergentes del G20 aumentaron solamente 0.8 por ciento, 2.6 por ciento menos que en 2019, el año anterior a la pandemia de COVID-19.

Argumenta la OIT, en la introducción del Informe citado que «En la presente edición del Informe Mundial sobre Salarios se constata que los salarios y el poder adquisitivo de los hogares han sufrido un menoscabo considerable durante los tres últimos años, debido primero a la pandemia de COVID‑19 y después, cuando la economía mundial empezaba a

recuperarse de esa crisis, al aumento mundial de la inflación. Los datos de 2022 disponibles hasta la fecha indican que el aumento de la inflación está situando el crecimiento de los salarios reales en cifras negativas en muchos países, lo que reduce el poder adquisitivo de la clase media y golpea con mayor dureza a los grupos de ingresos bajos.

La crisis del costo de la vida se suma a las importantes pérdidas de masa salarial soportadas por los trabajadores y sus familias durante la crisis de la COVID‑19, en particular los grupos de ingresos bajos, que recibieron el peor varapalo en muchos países. A falta de respuestas de política adecuadas, en un futuro próximo podríamos presenciar una profunda erosión de los ingresos reales de los trabajadores y sus familias junto a un aumento de las desigualdades, lo que lastraría la recuperación económica y posiblemente avivaría aún más el malestar social».

 

CASO MEXICANO:

Está erosión del poder adquisitivo, ha lacerado también los importantes aumentos que el actual gobierno federal ha decretado en los salarios mínimos de los últimos cuatro años.

No obstante que los incrementos salariales, han sido superiores a la media de los últimos 20 años, la inflación que se ha presentado también, en los últimos cuatro años, ha deteriorado los aumentos decretados. Reconociendo que la inflación del «índice nacional de precios al consumidor» (INPC) se disparó después de cruzar un periodo largo de estabilidad desde fines del siglo pasado.

En México, los hogares del decil inferior de la distribución de ingresos (es decir, el 10 por ciento de los hogares con ingresos más bajos) gastan el 42 por ciento de su renta en alimentos, mientras que los del decil superior solo dedican el 14 por ciento de sus ingresos a esa partida.

La comparación de la evolución de los precios de distintos grupos de artículos con la del índice de precios al consumo (IPC) general de un centenar de países de todos los grupos regionales indica que los precios de los alimentos, la vivienda y el transporte han aumentado más rápidamente que el IPC general. Al estimar en el informe la variación del costo de la vida entre 2021 y 2022 en cada decil de la distribución de ingresos de los hogares, se constata que el aumento del costo de la vida en los hogares de ingresos bajos puede ser entre 1 y 4 puntos porcentuales superior al que soportan los hogares de ingresos altos.

Eso significa que, aún en el supuesto de que se

ajustaran los salarios para compensar el aumento del costo medio de la vida medido por el IPC, los hogares de ingresos bajos seguirían sufriendo una erosión del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores en muchos países, cómo ahora está sucediendo en México, dónde la inflación anualizada cerrará cerca del 8 por ciento, al corte de diciembre de 2022, cinco puntos superior que la meta del 3 por ciento anual que estima el Banco de México en sus propósitos para abatir la inflación anual (3%).

Cada año, en particular, el Banco de México ha definido como objetivo permanente alcanzar una inflación anual del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) de 3 por ciento.

Con la política de incrementos a los salarios del gobierno de México, que ha sido sostenida con los cinco aumentos al salario mínimo de esta administración (16 por ciento en 2019, 20 por ciento en 2020, 15 por ciento en 2021, 22 por ciento en 2022 y 20 por ciento para 2023) sube su posición a nivel internacional.

Es atinada la actual política salarial para resolver una deuda histórica en el país, pero aún falta mucho camino por recorrer. Además, estas alzas ya venían desde 2016 en el sexenio de Peña Nieto.

Lo anterior, por qué es un error comparar los aumentos en salario mínimo en términos de porcentajes y decir que han aumentado tanto por ciento respecto del pasado, pero lo que se debe comparar hoy es para que alcanzan dichos salarios.

Un salario mínimo de 207 pesos que es donde va a quedar en enero del 2023, tiene el mismo poder adquisitivo de la época de López Mateos en 1972 y luego alcanza para poquito más de una canasta alimentaria y no alimentaria y las familias tienen tres miembros, entonces falta mucho camino por andar.

Del 15 de noviembre al 12 de diciembre de 2022, el precio de la canasta básica fue de mil 753.35 pesos en promedio con una variación de 3.73% respecto al mes anterior.

Cuando hablamos del gran logro que ha sido aumentar el salario mínimo en esas proporciones quizás nos gana el entusiasmo y olvidamos que la mayor parte de la población ocupada lo hace de manera informal, es decir, no tiene acceso a ningún tipo de prestación, ni salario mínimo, ni vacaciones, ni seguridad social. Olvidamos también que, dentro del sector formal, la fijación de salarios no se da en función de salarios mínimos.