POR CARLOS LOPEZ ARRIAGA
Cd. Victoria, Tam.- No termina la polémica en torno a la validez moral del veredicto que declaró cinco veces culpable al exsecretario de Seguridad mexicano GENARO GARCÍA LUNA, sin elementos de prueba.
Se repite aquí y allá. No había documentos, ni fotografías, ni videos, tampoco audios, ni cartas, ni correos electrónicos. Ni siquiera (¡vaya!) una modesta conversación de WhatsApp.
Nada de nada de nada (se escuchan las quejas) y aun así le asestaron un castigo severo que oscila entre un mínimo de 30 años y la cadena perpetua.
Otro argumento que veo repetirse en redes. ¿Cómo podría el ciudadano medio estar seguro ante una justicia que declara culpabilidades en base a la palabra de hampones, cuya meta es suavizar sus penas adecuando sus testimonios a las necesidades de la fiscalía?
Bueno, por principio, importa subrayar que hubo un proceso selectivo entre más de 70 posibles testigos de los cuáles habrían escogido inicialmente 26.
Caro y aparatoso despliegue de recursos que resultaría impensable si el acusado fuera un ciudadano común cuyas faltas correspondieran a ese nivel o estatura.
Sin embargo, las proporciones del juicio derivan de la importancia mayor que el gobierno norteamericano concede al protagonista, exdirector de la AFI, exsecretario de Seguridad.
No es cualquier persona, es GARCÍA LUNA sobre el cual la prensa mexicana derramó largos ríos de tinta en torno a corruptelas, actos criminales, nexos con cárteles y la persecución misma de periodistas.
Pruebas no habrá, pero si indicios donde es necesario incluir los reportajes en medios como PROCESO, REFORMA y un sinfín de portales que consignaron paso a paso la leyenda tortuosa del personaje en sus dos sexenios de gloria (2000-2012) y años posteriores.
Tampoco podemos considerar como pruebas pero sí útiles y significativos indicios la colección de libros publicados sobre el tema en los últimos 15 años.
Entre tantos más, “Las cinco vidas de Genaro García Luna” (GUADALUPE CORRREA, El Colegio de México, 2020), “El licenciado: García Luna, Calderón y el narco” (JESÚS LEMUS, Harper Collins, 2020), “Los millonarios de la guerra: el expediente inédito de García Luna y sus socios” (PENILEY RAMÍREZ, Grijalbo, 2021) y “García Luna, el señor de la muerte” (FRANCISCO CRUZ, Planeta, 2020).
Sin olvidar los títulos que le costaron el exilio en California a la reportera ANABEL HERNÁNDEZ, entre allanamientos a su casa y amenazas de muerte. En particular, “Los cómplices del presidente” (2008), “Los señores del narco” (2010) y “México en llamas, el legado de Calderón” (2012), los tres en Grijalbo.
MOSTRAR EL CONJUNTO
Aún sin sustentar plenamente sus afirmaciones, son de gran valor todos estos trabajos realizados por reporteros que muchas veces ni siquiera se conocen entre sí y lo único que los une es la vocación por el periodismo de investigación y denuncia.
Ya desde 2013, la revista FORBES había incluido a GENARO en la lista de los 10 hombres más corruptos de México. ¿Suena el río?, agua lleva y mucha, lodosa, pedregosa.
De tales tareas se fue nutriendo la opinión generalizada de que el superpolicía GARCÍA LUNA tendría una doble vida, como aclamado y multipremiado defensor de la ley, por una parte, pero con nexos de largo aliento dentro de la delincuencia organizada, los cuáles explicarían su inmensa fortuna.
Esto le dio sentido al desfile de estrellas que llevó la fiscalía a la corte de Brooklyn en calidad de testigos, desde SERGIO VILLARREAL, “El Grande”, ex operador de los BELTRÁN LEYVA, hasta JESÚS REYNALDO, “El Rey”, ZAMBADA (hermano del Mayo, hoy prófugo) así como OSCAR, “EL Lobo” NAVA VALENCIA del Cartel del Milenio y el exfiscal de Nayarit EDGAR VEYTIA, entre tantos más.
Y bueno, en el mejor de los mundos posibles, ojalá y todos los arrestos vinieran acompañados con un paquete de pruebas, como si fueran archivos adjuntos. Rara vez ocurre así, salvo en casos de flagrancia, que son los menos.
Pero, mire usted, la ausencia de pruebas no significa inocencia. Significa, tan solo, ausencia de pruebas. En complemento existen los testimonios, los indicios, los elementos de juicio que de manera indirecta apuntan en tal o cual dirección y refuerzan una determinada interpretación de los hechos.
Por supuesto, hay de testimonios a testimonios, no todos creíbles, ni todos exitosos, ni dignos de consideración. Amén de que dichos alegatos carecerían de eficacia si se presentan en greña, en algún orden caprichoso o en franco desorden.
Por ello fue necesario construir un rompecabezas inteligente, una narrativa estructurada de manera que los 12 miembros del jurado pudieran tener la visión de conjunto. El bosque y no solo árboles.
Si las piezas embonan y hacen sinergia, se produce algo parecido al efecto Gestalt, donde quizás no podamos apreciar todo el paisaje pero sí los elementos necesarios para deducirlo. Por supuesto, requiere trabajo.
Así se armaron en décadas previas las historias contra mafiosos sicilianos en esas mismas cortes de Nueva York. A veces con pruebas (grabaciones telefónicas del FBI) pero en muchos casos sin ellas, apoyándose tan solo en la capacidad de la fiscalía para ensamblar un relato coherente.
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