Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- Sobre la creación en México de una “cédula de identidad” se viene hablando desde el ascenso de MIGUEL DE LA MADRID en 1982. Para entonces, la posesión de dicho documento ya era obligatoria en más de cien países.
Se decía que don MIGUEL profesaba una particular admiración a las medidas de control practicadas en la entonces llamada “República Federal Alemana.” Hombre cauto, escuchó opiniones, revisó diversas opciones y, al no encontrar consenso, finalmente desecho el tema.
En paralelo la credencial de elector ha venido creciendo en complejidad y validez como identificación oficial. De aquel endeble cartón con logo, sello y firma, pasó gradualmente a su emisión plástica, con códigos alfanuméricos y métodos de revisión periódica, que buscan evitar su duplicidad.
Se recuerda una anécdota de los años ochenta cuando la oposición de entonces (PAN, PSUM, PST, PRT, PDM) exigía urnas transparentes y credencial con fotografía, entre otras medidas.
Sin dudarlo, el veterano líder sindical FIDEL VELÁZQUEZ respondió con su rancia cantaleta de que el sistema político mexicano tiene características únicas y no necesitaba “imitar modelos extranjerizantes”.
Lo cual no impidió que la papelería electoral siguiera evolucionando y en sexenios posteriores (SALINAS, ZEDILLO) incorporó la foto a la credencial y también al padrón en cada casilla.
Sin duda, la credencial emitida por el INE (antes, IFE) es el documento de identidad por excelencia en México, el más confiable para gestiones de primera importancia como el pasaporte, trámites bancarios, credencial de manejar y hasta la interacción ciudadana con retenes policiales y militares.
PASO A LA BIOMETRÍA
En octubre de 1996, un acuerdo de ERNESTO ZEDILLO estableció la denominada Clave Única de Registro de Población, conocida por sus siglas: CURP. Indispensable en toda suerte de diligencias oficiales.
Por lógica, la credencial del IFE (actual INE) incorporó dicha clave a su lado más visible, junto a la foto. De hecho, los primeros 10 caracteres alfanuméricos de la CURP corresponden al RFC, prescindiendo, tan solo, de la homoclave, es decir, los tres restantes.
A los que añaden ocho caracteres más (letras y números) para, en conjunto, conformar la CURP, omnipresente incluso en actas de nacimiento y defunción. Detalle curioso, los extranjeros radicados en México deben tener CURP y también los mexicanos que vivan fuera del país.
Al respecto, vienen cambios en semanas y meses próximos. El primer paso es que la CURP será reemplazada por algo a lo que (en principio) llaman “CURP biométrica”, que incluye huellas dactilares, iris y firma digital.
La biometría, en efecto, recoge medidas estandarizadas para permitir el reconocimiento inequívoco de personas, en base a rasgos intrínsecos, aquello que nos caracteriza y (en términos filosóficos) nos vuelve irrepetibles.
Cuestión de asomarnos al inmenso trabajo que tienen los SEMEFOS (servicios médicos forenses) en todo el país, para el reconocimiento de cadáveres o, incluso, partes de ellos. Los muertos anónimos de cada día y también los episodios de alto impacto como, por ejemplo, San Fernando, Ayotzinapa y Teuchitlán.
BIG BROTHER?
Vienen avances importantes en tecnología digital aplicada a la vigilancia, el control y la política interior, cuya responsabilidad correría a cargo de la Secretaría de Seguridad y no de Gobernación.
En sus bases de datos, los encargados tendrían acceso regular a transacciones comerciales, registro de inmuebles, posesión de vehículos y hasta teléfonos celulares.
Tema interesante, el caso de los celulares, ante la poca colaboración (nula, acaso) que caracteriza a las compañías de telefonía móvil y las trabas que interponen para revelar de quien es un aparato involucrado en amenazas de extorsión, falsa cobranza y acoso telefónico.
La venta misma de tales equipos debiera estar condicionada (en todas las empresas, no sólo en las grandes) a la plena identificación del comprador. Incorporando todo (vendedor, fecha, número y dueño) a la base de datos.
OJO A LAS REDES
Otro tema de más difícil digestión, pero ya vigente en países como Francia, Alemania y Australia es la prohibición del anonimato en redes sociales. Medida que fue dirigida a combatir la desinformación, la propagación de noticias alarmistas, los discursos de odio y los abusos en línea.
Hay mucha oscuridad en las redes, lo mismo entre grupos antisociales donde impera el racismo y el fanatismo, que la delincuencia cibernética, en todas sus modalidades.
Sin olvidar los delitos contra la intimidad, como la divulgación alevosa de información confidencial; la vigilancia ilegal; la obtención ilícita de datos personales y, algo muy común entre jóvenes: la difusión sin permiso de imágenes y videos sexuales, donde suelen afectar a gente cercana en escuelas y centros de trabajo.
En algunos casos, son controles apenas en fase experimental y tienen por adversarios a los defensores a ultranza de la libertad individual.
El temor a una especie de “Big Brother”, el estado omnipresente y represivo. En efecto, el riesgo existe y sus argumentos tienen lógica.
Pero ante la emergencia extrema que hoy vivimos en materia de inseguridad, el tema debe abrirse a la opinión pública, para identificar al anonimato como un aliado natural de toda clase de abusos y tapadera para un amplio espectro de delitos graves.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com