domingo, 3 de agosto de 2025

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Extorsión: el crimen que se adueñó de la vida cotidiana

Por José Gregorio Aguilar La extorsión ha dejado de ser un fenómeno aislado y se…

Extorsión: el crimen que se adueñó de la vida cotidiana

Por José Gregorio Aguilar
La extorsión ha dejado de ser un fenómeno aislado y se ha convertido en parte del día a día de miles de mexicanos. Según la más reciente encuesta de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), el 25 por ciento de los negocios considera que la inseguridad es el principal obstáculo para operar, mientras que un preocupante 50 por ciento afirma haber sido víctima de algún delito, entre ellos extorsión, asaltos a mano armada, robo hormiga y cobro de piso. Más aún, 33 por ciento de los comerciantes señala que la seguridad en su entorno ha empeorado significativamente.
Las consecuencias de esta violencia se reflejan en decisiones drásticas: el 15 por ciento de los pequeños comercios ha tenido que reducir horarios, cambiar de domicilio, modificar su giro o incluso cerrar de manera definitiva. Además, el 47 por ciento reporta que sus proveedores sufren riesgos durante el abastecimiento, evidenciando que el problema alcanza toda la cadena comercial.
En palabras de Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC, escuchar al Secretario de Marina declarar que “el principal problema de México es la inseguridad” confirma lo que esta encuesta advierte y nos obliga a reflexionar sobre una violencia que ha convertido al país en un campo de batalla. Este conflicto se libra sin reglas ni códigos, afectando desde taxistas hasta niños, desde negocios y escuelas hasta iglesias. La extorsión ya no amenaza con infiltrarse: sencillamente ya lo hizo.
Durante más de cuatro décadas, delitos como secuestros, desapariciones, feminicidios y asaltos carreteros se han acumulado en una lista negra que socava a la sociedad. Peor aún, muchas muertes se justifican bajo la narrativa de “andaban en malos pasos”, generando una tolerancia social que normaliza la violencia. Esta postura, en cualquier país moderno, sería inaceptable. Aquí, miles de personas mueren sin juicio ni proceso, relegadas como simples “daños colaterales”.
La guerra no sólo se cobra vidas; también deja tras de sí familias rotas, empleos perdidos y capital que nunca llegó. Mientras tanto, desde el extranjero, se utiliza esta fotografía de conflicto para imponer condiciones comerciales que golpean aún más a la población vulnerable. La extorsión actúa como la raíz de males mayores: corrupción, trata de personas, contrabando y narcotráfico.
Por eso urge una cruzada nacional que desnormalice esta cultura del mal, no sólo para recuperar la paz, sino para defender la dignidad y soberanía del país. Elevar la extorsión a delito grave es apenas un inicio. Si no decimos basta ahora, permitiremos que esta guerra sucia continúe robando nuestras vidas, nuestros sueños y nuestra capacidad de vivir sin miedo