Agencias.- Si, Toy Story marcó una generación. La odisea de un grupo de juguetes con vida, secreto que ocultan de sus dueños a quienes admiran cuando los ponen a jugar y temen cuando les hacen daño, se quedó en los corazones de muchos, al grado de que cuando se estrenó su tercera entrega, 15 años después, las salas de cines estaban abarrotadas por jóvenes que querían ver una vez más a sus héroes de plástico en la pantalla grande.
Pero esta película significó también mucho para el mundo del entretenimiento, no solo por la influencia de sus personajes, sino por los avances que supuso en el mundo de la animación para el cine, elemento que hasta entonces era visto más como un riesgo monetario en cualquier producción.
Hoy, hace 30 años, el 22 de noviembre de 1995 se estrenó la película que daría un salto mortal en la historia del cine, pero la acrobacia audiovisual necesitó casi 15 años de desarrollo y el empeño de su director, John Lasseter, quien llegó a recibir un Óscar especial por los logros pioneros en el campo de la animación generada por computador.
La apuesta por una producción totalmente animada era tan costosa en aquel momento que Lasseter fue despedido de Disney en 1983 cuando quiso promover la realización de proyectos con estas tecnologías.
Hasta ese momento la animación se hacía de manera tradicional, con muy pocos avances en ese aspecto, pero el salto que dio Lasseter con Toy Story marcó un antes y un después, que afectó la industria al grado de que generó toda una nueva tendencia durante los 90’s y principios de los 2000.
Mientras Disney dominaba en la industria con sus maneras clásicas, otra compañía que nació como división informática de Lucasfilm, el estudio de George Lucas y «Star Wars», llevaba años investigando la tecnología del arte por computador. Su nombre era Pixar, y en ella trabajaba Lasseter, el animador expulsado de Disney. La primera inspiración para «Toy Story» fue la película «Tor», de 1982, un filme pionero en introducir la computación gráfica de manera destacada en su argumento y que fascinó tanto a Lasseter que tras verla propuso a Disney un proyecto 100 % informático.
Sin despertar entusiasmo pero viendo las posibilidades, la compañía permitió que el cineasta se dedicara a dar forma a esa idea, pero su presupuesto llegó a ser más costoso que el de una película de dibujos clásica y en el estudio no vieron su sentido.
Tras su salida de Disney, Lasseter fichó por la división de animación e informática de Lucasfilm, que un año después adquiriría un Steve Jobs desencantado con Apple, para crear Pixar.
Desde ese momento, el nuevo estudio lanzó una serie de cortometrajes y campañas publicitarias en las que perfeccionó la técnica hasta dar con «Tin Toy» en 1988, un cortometraje que ganó el Óscar a mejor corto de animación y que fue el germen de «Toy Story».
Con más ambición, Lasseter volvió a llamar a Disney para ofrecer un largometraje, con la condición de que Pixar tuviera el control creativo. Al principio hubo rechazo de los primeros guiones por ser demasiado adultos, mientras la empresa de Steve Jobs atravesaba una situación financiera precaria.
Finalmente, tras idas y venidas, «Toy Story» se completó con 30 millones de dólares y un centenar de empleados. Nada comparado con los casi 800 trabajadores y 50 millones que requerían filmes como «The Lion King».