Agencias.- Más de 30 personas dejan el suelo para elevarse y acercarse un poco más a la luna por más de una hora en la obra de teatro «Bozal», del dramaturgo Richard Viqueira, en una puesta en escena que incita a sus espectadores a enfrentarse a la ciencia ficción de manera activa.
«Quería hacer una obra de ciencia ficción que, a diferencia del cine donde se utiliza la edición, estuviera creada con recursos exclusivamente teatrales, nada de proyecciones de video, que todo el tono fuera teatral y que pudiera ser reconocible en ciencia ficción para alguien que esta habita», cuenta a Efe Viqueira.
Las filas del Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México comienzan a formarse con más de una hora de anticipación para presenciar «Bozal».
La razón es que el público se disputa una silla o jaula colgante, bajo su propio riesgo, de las 29 a 40 que se utilizan como butacas de la obra.
Quienes lo logran usan un arnés y un casco y se embarcan en la historia de forma activa y forman parte de una coreografía escénica que además los mantiene con diversas perspectivas para responder a la intención de su creador de presentar «tres visiones distintas».
«Una como la que tiene un niño hacia un adulto en donde ves las edificaciones gigantes, la segunda mirándonos a los ojos, la más habitual y la tercera una visión extraterrestre, ¿Cómo nos vemos desde arriba?, como estas figuras pequeñitas moviéndose a distintas direcciones queriendo organizar gobiernos, que hasta resulta irrisorio», cuenta Viqueira.
TEATRO DE LABORATORIO
El público que no alcanza espacio para «volar» vive la obra desde el suelo en unas colchonetas que les dan una visión de quien «observa constelaciones», una forma muy atípica de ver el teatro que ha disfrutado explorar el dramaturgo.
En la escenografía vertical, dos astronautas tienen la tarea de llegar a la luna, pero el encierro y cuestiones personales los llevarán de la locura al odio.
Al igual que los espectadores, dos de los tres actores que participan en la obra, suben y bajan en una nave octogonal en donde lidian con el equilibrio y la precisión de sus pasos.
La obra nació hace 10 años como uno de los muchos experimentos que el dramaturgo realiza en su «teatro de laboratorio». Lo que comenzó como un proyecto imposible, cumple ahora su cuarta y última temporada y deja precedentes importantes en su industria.
«El teatro de laboratorio es muy semejante a la ciencia en el sentido de que a lo mejor no podemos hacer lo que queremos. Con nuestros proyectos lanzamos una hipótesis y la trabajamos hasta que se consiga o no», dice Viqueira, quien reconoce que es un gran riesgo.
De una hipótesis nació «Bozal» y se necesitó del trabajo de ingenieros, matemáticos y varios especialistas que lograrán hacer «volar» al público.
Con 40 trabajadores en la producción, «Bozal» es una obra sin precedentes en la que los referentes más cercanos para su realización fueron los parques de diversiones.
TINTES DE PANDEMIA
Temas como la soledad y el conflicto del encierro que se tratan en la obra se insertan a una actualidad marcada por la pandemia.
Si bien estos temas formaban parte de la trama desde antes, el director buscó exaltarlos.
«La nave espacial puede ser el departamento en el que tu vives, la casa y esta puede ser la convivencia con tu pareja con tu familia que se transforma en algo irritable», señala.
Además, abrió un breve espacio para recordar a los fallecidos que ha dejado la pandemia.
«Algunos de los actores tuvieron sensibles fallecimientos de familiares y para mí era importante que en la obra hubiera un testigo de eso. ¿Cuánta gente no pudo enterrar a sus muertos?, quería que esto también se viera reflejado y homenajeado durante la obra», añade.
Las funciones están agotadas y la obra se presentará hasta el 20 de junio y durante esta última temporada «Bozal» llegará a las 100 representaciones, algo inédito en el «teatro con vocación de fracaso», al que se dedica el director.
«A mí lo que me interesa es buscar no hacer teatro exitoso», concluyó.