Dr. Jorge A. Lera Mejía
Los pasados días martes al sábado, tuvimos la oportunidad de visitar Tijuana con la finalidad de renovar nuestra visa de turista de los Estados Unidos.
Desde nuestro vuelo de aterrizaje, pudimos atestiguar la insultante línea divisoria entre ambas fronteras de México y EEUU.
Esa linea se muestra por medio de un horrible muro fronterizo, que va serpenteante desde Tecate, Mexicali hasta terminar diluyéndose en las Playas de Tijuana. Por el lado norte se vislumbra progresista y el sur mexicano, se domina pobreza, indigencia y suciedad.
Ahora Tijuana, se ha convertido nuevamente en el ‘centro de recepción masiva’ de la mayoría de los emigrantes indocumentados que han cruzado EEUU desde Matamoros Tamaulipas hasta Ciudad Juárez Chihuahua.
Contra lo que se anunció con bombo y platillo de una ‘nueva política migratoria con respeto a los derechos humanos’ por parte del gobierno de Joe Biden desde febrero de este año, se ha tornado en una copia burda del anterior programa de Donald Trump, conocido como ‘Quedate en México’.
Por eso, Tijuana hoy se observa como una ciudad invadida por transmigrantes, principalmente del Triángulo Norte de Centroamérica, de Haití, Cuba y venezolanos.
Los cinturones de miseria en las colinas cada vez son más descontrolados. El centro y las orillas de la ciudad se miran cientos de migrantes deambulando sin trabajo ni viviendas. Las carpas y tiendas de campaña son una constancia, como la llamada El Chaparral.
El gobierno de Biden ha trasladado hacia Tijuana en avión a más de mil solicitantes de asilo por mes desde abril del 2021 -todos ellos familias con niños- de Texas a San Diego y después, los ha expulsado de Estados Unidos a México sin darles la oportunidad de solicitar protección.
Tijuana ha estado recibiendo una media de unas 100 personas expulsadas al día de los vuelos, según el consulado mexicano en San Diego. Los funcionarios de inmigración mexicanos generalmente transportan a las familias a los refugios para migrantes. El principal refugio está actualmente lleno con cientos de padres y niños.
Los vuelos, que no han recibido mucha atención desde que empezaron a mediados de marzo, son un reflejo de las estrategias utilizadas por el predecesor del presidente Joe Biden, el expresidente Donald Trump, para intentar disuadir a la gente de venir poniendo a los que vienen en situaciones difíciles en México.
Biden criticó el programa Permanecer en México de Trump, que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar en ciudades fronterizas como Tijuana durante sus casos en los tribunales de inmigración de Estados Unidos que decidirían si calificaban para la protección, y su administración ha trabajado activamente para reducirlo. Los solicitantes de asilo que participaban en el programa denunciaron haber sido secuestrados y agredidos mientras esperaban en el norte de México, donde los migrantes suelen ser considerados objetivos vulnerables para los carteles y otras organizaciones criminales. Sin embargo, ahora con Biden se está repitiendo la misma historia.
Pero la política de expulsión, que comenzó bajo el mandato de Trump durante la pandemia y que se conoce ampliamente como Título 42, pone a los solicitantes de asilo centroamericanos en los mismos lugares que lo hizo Remain en México, aunque sin acceso a solicitar protección en Estados Unidos. No hay audiencias judiciales. No hay pasos oficiales que los migrantes expulsados puedan dar para iniciar el proceso de selección de asilo.
Tanto la administración de Trump como la de Biden han dicho que el Título 42 es necesario para minimizar la cantidad de tiempo que las personas pasan en las celdas de la Patrulla Fronteriza durante la pandemia.
Muchas de las familias expulsadas acaban en el Templo Embajadores de Jesús, un refugio en una iglesia de un cañón de Tijuana que en su día fue conocido por albergar a migrantes haitianos. Los funcionarios de inmigración mexicanos los llevan al refugio en furgonetas repletas todos los días.
Les dan permisos de 30 días para permanecer en México y les dicen que después de eso, tendrían que volver a los países de los que huyeron. Luego los suben a camionetas para llevarlos al albergue.
El Chaparral es el nombre del cruce fronterizo del lado mexicano. Del lado de Estados Unidos, se llama San Ysidro. Y aquí, del lado de mexicano, es donde alrededor de 2000 personas han venido a acampar y a esperar a que Biden “cumpla su promesa” y los deje entrar a Estados Unidos.
La historia de la espera y el campamento comienza con la administración de Trump. Este puso en marcha prácticas y políticas migratorias para impedir que las personas que huyen de sus países y llegan a la frontera norte de México, para solicitar refugio en Estados Unidos, pisen suelo estadounidense.
la gente debe esperar en México hasta que los dejen entrar a Estados Unidos y puedan solicitar asilo. Esta práctica comenzó de manera sistemática en todos los puertos fronterizos entre México y Estados Unidos a finales de abril de 2018.
En la ciudad de Tijuana, el Grupo Beta, del Instituto Nacional de Migración (INM), llevaba esta lista.
Después vino el programa llamado “Quédate en México” (MPP por sus siglas en inglés) que empezó a operar el 24 de enero de 2019. El programa “Quédate en México” comienza el 24 de enero de 2019 y se suspende el 21 de enero de 2021 por Joe Biden.
Para cuando llega Biden al poder a la casa blanca, Tijuana ya está en una crisis en la que las personas que huyen de sus países están en dicho epicentro.
En Tijuana, tanto, salvadoreños, haitianos, hondureños, nicaragüenses, guatemaltecos, colombianos, cubanos y mexicanos, todos huyendo, todos viviendo en tiendas de campaña de diferentes tamaños alzadas sobre el cemento de la inclemente frontera de la ciudad de Tijuana…