Hace algunos años un alumno de secundaria me entrevistaba, a su corta edad le daba machetazo al caballo de espadas, curiosamente provocó que creciera la vanidad, se inflara el ego y hasta fue capaz de rematar su entrevista con un, “de grande voy a ser periodista, como usted”, hoy estoy seguro de que lo dijo nomás para sacar “lo mejor” y hacer su tarea.
Tal vez el muchacho adivinó que me siento periodista desde los siete u ocho años que voceaba El Diario y en las tardes de las temporadas de vacaciones El Gráfico, adivinó que hoy me gusta ser periodista, que estoy orgulloso de lo que soy y de lo que he sido y todavía con la certeza de que un día esta actividad será mucho mejor, más profesional, mejor pagada.
Casi 28 años escribiendo en diversos medios de comunicación, participando en radio, televisión, en decenas de portales informativos, revistas y en periódicos impresos (que he de confesar sigo considerando el medio informativo más importante porque ayuda a la reflexión), todo eso me hace sentir periodista, pero, además, por vocación.
Viene a colación la historia porque este 4 de enero se celebra el Día del Periodista y será, como desde hace varios años, en un ambiente de duelo, de terror por la situación de inseguridad que atraviesa este país y por la solidaridad con el pueblo al que nos debemos.
En el alma de muchos periodistas pesa la imagen que tiene la gente de nosotros, duele ver como la sociedad dejó de creer en los medios de comunicación para optar por la fragilidad, la volatilidad, a veces lo tendencioso, la exageración o las mentiras de las redes sociales, por eso urge comenzar la labor titánica de reinventarse, de tratar de ser mejores, de intentar cruzar el pantano no solo sin mancharse las alas sino también conservando la vida.
Hoy el periodista mexicano, sobre todo el tamaulipeco, es tachado de cobarde, vendido, de callarse ante la adversidad que atraviesa el pueblo, como respuesta solo hay que decir que somos humanos, tenemos familias y que si bien la prioridad es informar igual es menester conservar la vida para poder hacerlo.
Muy complicado resulta en estos días ejercer la profesión, pero es un buen reto porque entran a la competencia de informar las redes sociales, el twitter, facebook, y otras herramientas que son muy ágiles para dar a conocer hechos.
Además, el periodista poco a poco tendrá que entender que en estos días la libertad de expresión no es un discurso sino un hecho real porque ya es imposible callar verdades, más difícil tergiversar la realidad y resulta imposible que las mentiras duren cien años o se conviertan en realidad a base de repetirlas mil veces.
Quizá eso hay que reconocer de la situación, lo complicado de ejercer el periodismo provocó que la libertad de expresión se hiciera más palpable y hasta cierto punto real.
Me gusta ser periodista, es una profesión que me ha dado muchas cosas, la satisfacción de recordarle la madre a hombres y mujeres que se sienten intocables, también de señalar cosas buenas que hacen otros, de criticar, de exponer un punto de vista cosa que muchos mortales quisieran hacer y no pueden o no tienen espacios para ello.
Ejercer esta profesión, además, da la gracia de conocer más de cerca la realidad, saber que no son inventos que en pleno siglo 21, en una ciudad que se dice amable, hay personas que si no reciben ayuda se mueren de hambre, que viven de la caridad, que la gran mayoría de las veces no alcanzan a comer tres veces al día, o que en temperaturas bajas aprenden a soportar el frío con una taza de café y una lumbre o brazas debajo de algo que parece cama.
También permite ver lo miserable que suelen ser otros que lo tienen todo, pero se lo guardan o lo utilizan para seguir explotando al más jodido.
Desde luego, el periodismo permite interactuar con los políticos y a veces con los que se sienten políticos, con personas que dan todo por la sociedad y otras que hasta un pinche centavo le regatean para robárselo.
Ojalá pronto cambie la situación, ojalá que también los periodistas tengamos la libertad de ser cada vez mejores, por lo pronto y ante tantas amenazas y muertos que tenemos, hoy celebramos, sin bajar nuestras armas en forma de cámaras, micrófonos, grabadoras, plumas, libreta y, por supuesto, sin bajar la pancarta de protesta al son de “No disparen… soy periodista”.
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