El síndrome Robben

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POR CARLOS LOPEZ ARRIAGA

Cd. Victoria, Tam.- Hay personas que van por la vida pertrechadas con una alforja de marrullerías que acaso pudiéramos identificar como de naturaleza cercana a la astucia futbolera.

Esa actitud hiperreactiva que acompaña a cualquier centro delantero cuando se ubica a la mitad del área chica, ese espacio final donde suelen gestarse buena parte de las anotaciones.

Al menor rozón gritan faul con toda la fuerza que le permitan sus pulmones. Se tiran al suelo, retorciéndose de dolor, con el rostro descompuesto, buscando a toda costa provocar la compasión de la autoridad y con ello el silbatazo de falta, el penalti, aunque la contraparte jamás los haya tocado.

O a lo mejor sí los tocó, pero fue un simple recargón, contacto físico menor, propio de la cercanía, el forcejeo, la disputa por los espacios y la pelota. Sin embargo sobrerreaccionan, escandalizan como si les hubieran quebrado una costilla o fracturado una pierna.

El mejor ejemplo que se me ocurre es aquel célebre episodio durante el partido México-Holanda en el mundial brasileño del 2014, al que hoy todavía se recuerda por el grito unánime de “no era penal”, inspirador de memes, chistes, videos y canciones jocosas.

De manera puntual y con lujo de nitidez las repeticiones demostrarían después que jamás hubo contacto mayor entre el defensivo RAFAEL MÁRQUEZ y el atacante ARJEN ROBBEN.

Pero ROBBEN aulló y arqueó su cuerpo hacia atrás, sacudió la cabeza alzando brazos y rostro al cielo, con expresión herida en el rostro, como si una lanza le hubiera atravesado la espalda.

Comedia bien estudiada (es decir, farsa) resultó suficiente para que el árbitro otorgase el penal, con lo cual se escribió la historia de la eliminación mexicana en dicho mundial.

Una más entre tantas frustraciones que la afición nacional carga como pesada cruz desde que algún representativo de México participa en dichos cotejos, hace cosa de 90 años.

En las semanas siguientes numerosos internautas se dieron (nos dimos) a la tarea de averiguar quién fregados era ese tal ROBBEN y cual su desempeño en todos los equipos y ligas de Europa donde ha prestado sus servicios.

Buenos hallazgos. Puesto que GOOGLE no solo encuentra palabras sino también imágenes y videos, pues hombre, los resultados fueron reveladores. Yo diría que contundentes.

Si algo abundaba eran fotos de otros encuentros (muchos) donde el divo holandés repetía el mismo numerito, con distinta camiseta, en diferentes equipos. Toda su pinche carrera.

Vaya experto en la teatralización del dolor. El galano arte de tirarse al suelo, con esas manos que parecen invocar a los cielos pidiendo clemencia. Todo un simulador.

Efectivamente, en aquella fugaz (pero histórica) visita al área chica mexicana, lo único que ROBBEN hizo fue montar su sketch de sobra ensayado y esperar a que el árbitro mordiera el anzuelo. Y mire usted, el silbante se lo tragó completito.

A veces en la vida pública encontramos individuos así, dispuestos a reaccionar y caer derribados ante la menor brisa, gesto, indicación y hasta por el aleteo de una mariposa.

Lamentable ausencia de cualidades personales para sobrevivir en un mercado laboral que demanda disciplina, rigor, aprendizaje continuo, cordura y mucho trabajo.

Y si todo esto falla, pues hombre, no parecen encontrar otra opción que tirarse al piso. Clamar a la justicia universal para que los demás se conduelan y el presunto infractor sea exhibido y castigado, con la oscura esperanza de convertirlo en pararrayos de todos los odios.

A la inversa, se sienten con pleno derecho de arrollar, insultar, amenazar, humillar en presunta y poco honorable defensa propia. Al mal ficticio que dicen haber sufrido, responden con agresiones reales, estas sí tangibles, verificables. Por definición, excesivas.

Acaso pudiéramos llamar a esto “el Síndrome ROBBEN”, por el futbolista aquel que hizo de la mentira una especialidad, a su paso por las canchas del mundo.

Aunque, por supuesto, hay niveles. Subrayo aquí equivalencias sin comparar ni (menos) emparejar capacidades o virtudes, tan solo por la propensión marcada a mentir.

La tendencia a victimizarse y buscar culpables dónde no los hay. Lamentable en cualquier oficio o profesión, peor todavía en el universo de los medios. Cabe entonces validar la frase clave de estas historias.

No era penal, jamás lo hubo.

 

BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com

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