La mujer fantasma de la chamarra

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Hugo Reyna / Corresponsal

Se dice que en ciertas noches de luna llena y en donde las sombras de la noche ocultan todo alrededor, aparece una joven mujer parada a un costado de la loma que se encuentra a la entrada del Ejido “Los Cavazos” rumbo a Estación “Arguelles”.

Unos dicen que se llamó “Diana” y son varias las historias que refieren su trágica muerte, unos dicen que enloqueció al ser abandonada por el amor de su vida, otros que murió en un trágico accidente, lo que en todos coinciden es que desde hace años vaga espectralmente por los caminos del rumbo en Reynosa.

Un dia un chofer de un tráiler de una empresa comercial salió de Reynosa con destino a Nuevo Laredo, era una de esas noches especiales, fría, con cielo despejado y una luna radiante en lo alto.

Pasando por la entrada del centro recreativo “La Playita”, a lo lejos al avanzar en la pesada unidad, observó a una mujer apeada a un costado de la carretera haciendo señas de pedir un “aventón”.

De inmediato, el chofer a quien llamaremos “Mauro”, detuvo el movimiento de su camión para permitir que la mujer subiera y llevarla a cualquier que fuera su destino (claro que no lo desviara del suyo a Nuevo Laredo).

La compañía de la chica, una plática y no viajar solo, eran prometedores para Mauro, subió rápidamente la mujer y tras un saludo, apenas perceptible, le pidió llevarla.

“Tengo frio”, dijo –casi de inmediato- el chofer trailero, se quitó una chamarra que portaba, pues efectivamente enfriaba ya a esa hora de la noche.

Apenas unos kilómetros adelantes antes de llegar al poblado de “Venecia”, la mujer de pronto pidió ser bajada, iban sobre la carretera, no había casas ni nada a la vista, por lo que Mauro preguntó porque razón debía bajarse en esa área del camino abandonado y sin actividad.

La mujer insistió en bajarse: “Aquí debo quedarme”- repitió-, resignado su acompañante detuvo la marcha del camión y aun intrigado, permitió que bajara.

“Quédate con la chamarra, mañana regresare a donde me dijiste vivir y pasare a recogerla”, dijo, antes de despedirse a regañadientes.

La chica descendió y se enfiló rumbo al monte, el trailero siguió su camino, apenas unos cuantos kilómetros adelante, vio un cementerio triste y solo, que en la noche lunada parecía espectral y atemorizante.

Mauro concluyó su entrega en Nuevo Laredo y de vuelta a Reynosa, recordó llegar al punto, en donde aquella mujer le pidió pasara a recoger su chamarra.

Al llegar a la casa descrita en un poblado de la carretera a Reynosa, arribó y pregunto por “Diana”, así le había dicho se llamaba, varias y repetidas veces tocó el pórtico, hasta que salió una pareja de personas de edad avanzada.

Mauro les informó que pasaba a saludar a “Diana” y recoger su prenda que la noche anterior le prestó, cuando escucharon el nombre la pareja se miró asombrada entre sí.

¿Cuándo vio usted a Diana? – le preguntaron- anoche, anoche le di un raid, les dijo el trailero. – Eso no puede ser, Diana, nuestra hija falleció hace 30 años”, le dijeron, dejándolo helado y confundido.

Incrédulo aun, Mauro refería que tal vez era una confusión y aceptó ser llevado por los adultos mayores al cementerio, en donde descansan los restos de Diana.

Mauro aún más se intimidó, al ir rumbo al cementerio lúgubre que también vio la noche anterior a poca distancia en donde bajó a Diana, unos pasos más en el predio aquel, encontraron la tumba de Diana que efectivamente hacía muchos años había fallecido.

Al pie del sepulcro, estaba…Su chamara. La misma que le había prestado la noche anterior para mitigarle el frio. Todo fue demasiado para Mauro se dio la media vuelta y se fue lleno de miedo. Aun estos días en ciertas noches Diana sigue esperando alguien que le dé un aventón. ¿Tú la llevarías?