Uno de mis lectores que amablemente me sigue, me escribe preguntándome ¿Por qué tengo en el más grande de mis respetos a todos los “viejos” y abuelas de los pueblos?, será porque este Filósofo en cada abuelo y abuela encuentra un santuario a la vida, al amor y a la esperanza.
Las abuelitasy los “viejos” sabios de Güémez, –los de todos los pueblos–son ángeles que hacen grande cada espacio que tocan; Dios los dispuso para que al ser recipiendarios de las enseñanzas y sabiduría de los años, arropen con su sapiencia a las nuevas generaciones.
Hombres y mujeres de espíritu puro de corazón transparente, seres maravillosos que viven cada instante de la vida a plenitud, que se regocijan en las pequeñas alegrías y en los cientos de milagros que el universo les obsequia cada día. Abuelas “viejos” a los que la vida les dejó la enseñanza de ser cada día más humildes… Más humanos.
Mientras hay hombres ilustrados que en sus estudios y análisis documentados y metodológicamente pulcros utilizan palabras rimbombantes y la locución docta –ólo accesible entre ellos–nuestros abuelosy abuelas recrean en la sencillez del lenguaje y con él, en la simplicidad de la vida.
Sabios por derecho propio, han aprendido en el trajinar de la vida y con la vida misma; siempre tienen a flor de boca una palabra de aliento, –que nos impulsa a ser mejores de lo que somos– un elogio, una oración y el agradecimiento, será porque ilustrados al fin, saben que ser agradecidos con el Señor es el mejor camino para una vida sana, próspera… Plena de abundancia de bienes y felicidad.
Nuestras abuelas y “viejos” apoltronados en sus antiguos sillones de palma, gozan de las charlas más amenas, que al soltarlas al aire –como juegos malabares– con la simplicidad de un niño, atrapan nuestros sentidos; siempre están dispuestos al servicio y al sacrificio; a hacer el bien por el bien mismo, sueñan y viven con la intensidad del cielo, sin mediocridades, espontáneos en el afecto, capaces de sembrar paz y tranquilidad en su suave caminar, conectados a través del amor con el universo.
Y como dijera BEN OKRI: “Lo auténtico que tienen nuestros abuelos, es esa capacidad de crear, de superarse, de resistir, de transformar, de amar y de ser más grandes que sus sufrimientos”, por eso, gozan cada instante de la vida a plenitud.
Ellos saben que hablar de las crisis es promoverlas, por eso hablan de nuestros valores, de lo bueno, de lo que nos distingue y honra, siempre gozan el don de una sonrisa y del buen sentido del humor, será porque saben que la sonrisa transparenta un alma que disfruta los goces dela vida y que el buen sentido del humor es una parte importante de la dieta de una persona que sabe diferenciar lo permanente de lo transitorio.
Lo del humor me recuerda a Doña EUGLANTINA, aquella señora de 81 años que en Güémez dio a luz un precioso bebé; periodistas, ginecólogos, pediatras y por supuesto, científicos del mundo, estaban muy interesados en indagar acerca de este milagro viviente.
Todos fueron a Güémez a la casa de la anciana solicitando ver al niño, la señora amablemente les dice que esperen un rato. No había pasado una hora, cuando el tumulto toca nuevamente a la puerta con la misma solicitud; una vez más la octogenaria les pide que tengan paciencia, que el bebé tiene que llorar.
Impacientes esperan un rato más y cuando regresan, la anciana les dice que todavía no es posible ver al bebé porque aún no ha llorado; un médico con oficio periodístico le pregunta:
–– Disculpe pero ¿hay alguna razón por la que el bebé tiene que llorar antes que lo podamos ver?.
–– Sí, y muy buena su pregunta –la anciana–¡¡ES QUE SE ME OLVIDO DONDE ‘INGAOS LO DEJE DORMIDO!!.
Las abuelitasy los “viejos” sabios de Güémez, –los de todos los pueblos–son ángeles que hacen grande cada espacio que tocan; Dios los dispuso para que al ser recipiendarios de las enseñanzas y sabiduría de los años, arropen con su sapiencia a las nuevas generaciones.
Hombres y mujeres de espíritu puro de corazón transparente, seres maravillosos que viven cada instante de la vida a plenitud, que se regocijan en las pequeñas alegrías y en los cientos de milagros que el universo les obsequia cada día. Abuelas “viejos” a los que la vida les dejó la enseñanza de ser cada día más humildes… Más humanos.
Mientras hay hombres ilustrados que en sus estudios y análisis documentados y metodológicamente pulcros utilizan palabras rimbombantes y la locución docta –ólo accesible entre ellos–nuestros abuelosy abuelas recrean en la sencillez del lenguaje y con él, en la simplicidad de la vida.
Sabios por derecho propio, han aprendido en el trajinar de la vida y con la vida misma; siempre tienen a flor de boca una palabra de aliento, –que nos impulsa a ser mejores de lo que somos– un elogio, una oración y el agradecimiento, será porque ilustrados al fin, saben que ser agradecidos con el Señor es el mejor camino para una vida sana, próspera… Plena de abundancia de bienes y felicidad.
Nuestras abuelas y “viejos” apoltronados en sus antiguos sillones de palma, gozan de las charlas más amenas, que al soltarlas al aire –como juegos malabares– con la simplicidad de un niño, atrapan nuestros sentidos; siempre están dispuestos al servicio y al sacrificio; a hacer el bien por el bien mismo, sueñan y viven con la intensidad del cielo, sin mediocridades, espontáneos en el afecto, capaces de sembrar paz y tranquilidad en su suave caminar, conectados a través del amor con el universo.
Y como dijera BEN OKRI: “Lo auténtico que tienen nuestros abuelos, es esa capacidad de crear, de superarse, de resistir, de transformar, de amar y de ser más grandes que sus sufrimientos”, por eso, gozan cada instante de la vida a plenitud.
Ellos saben que hablar de las crisis es promoverlas, por eso hablan de nuestros valores, de lo bueno, de lo que nos distingue y honra, siempre gozan el don de una sonrisa y del buen sentido del humor, será porque saben que la sonrisa transparenta un alma que disfruta los goces dela vida y que el buen sentido del humor es una parte importante de la dieta de una persona que sabe diferenciar lo permanente de lo transitorio.
Lo del humor me recuerda a Doña EUGLANTINA, aquella señora de 81 años que en Güémez dio a luz un precioso bebé; periodistas, ginecólogos, pediatras y por supuesto, científicos del mundo, estaban muy interesados en indagar acerca de este milagro viviente.
Todos fueron a Güémez a la casa de la anciana solicitando ver al niño, la señora amablemente les dice que esperen un rato. No había pasado una hora, cuando el tumulto toca nuevamente a la puerta con la misma solicitud; una vez más la octogenaria les pide que tengan paciencia, que el bebé tiene que llorar.
Impacientes esperan un rato más y cuando regresan, la anciana les dice que todavía no es posible ver al bebé porque aún no ha llorado; un médico con oficio periodístico le pregunta:
–– Disculpe pero ¿hay alguna razón por la que el bebé tiene que llorar antes que lo podamos ver?.
–– Sí, y muy buena su pregunta –la anciana–¡¡ES QUE SE ME OLVIDO DONDE ‘INGAOS LO DEJE DORMIDO!!.
filosofo2006@prodigy.net.mx