Por Heriberto Araújo. Enviado.
Palmas, Brasil, 22 Oct (Notimex).- La ciudad de Palmas, capital del estado de Tocantins, centro de Brasil, albergará a partir de este viernes a miles de personas por la celebración de los primeros Juegos Mundiales Indígenas, donde estarán representadas etnias de 23 países, entre ellos México.
En total, serán nueve días de competición y cinco mil atletas indígenas en disciplinas de tiro con arco, remo o fútbol, pero también otros deportes tradicionales como el juego de pelota maya o el cable de fuerza.
“No importa quién gane, para los indígenas la competición es apenas una forma de estar en familia”, comentaron este jueves los portavoces organizadores del evento, que cuenta con presupuesto del gobierno brasileño y aportaciones de entidades privadas.
De esta forma, Brasil pretende reproducir a escala internacional sus juegos nacionales indígenas, que se celebran desde 1996 en el país para permitir la divulgación de su amplia riqueza étnica.
El evento, que será inaugurado este viernes en presencia de la presidenta Dilma Rousseff, no está exento de polémica, pues la organización restringió mucho a la prensa el acceso a los indígenas. Los medios de comunicación no pueden entrevistarles en sus aldeas temporales.
Además, las instalaciones erigidas aún no fueron concluidas, a menos de 24 horas de la apertura, y hay quejas de parte de indígenas por falta de agua o saneamiento básico en sus campamentos.
“Es una oportunidad para presentar nuestra cultura al mundo, pero al mismo tiempo también no debemos olvidar que el indio sufre mucho por el hombre blanco”, explicó Roseann a Notimex, una de las líderes de la etnia brasileña Manoki, que se sitúa en el estado de Mato Grosso.
Roseann denunció el impacto del negocio agrícola en la reducción de sus tierras y la destrucción de su medio de vida, “que se basa en la caza, la pesca y la plantación de mandioca”.
“Cada vez hay más presión por nuestras tierras en Brasil. La actividad minera, la construcción de carreteras y ferrocarril, pero sobre todo los terratenientes, que aprovechan la falta de regulación para quemar bosque y abrir espacios al pasto”, explicó, mientras uno de sus compañeros –con una imponente corona de plumas azules- asentía.
Algunas etnias y tribus brasileñas han rechazado participar en el evento, con el pretexto de que el dinero utilizado podría haber servido para llevar la sanidad pública a los poblados y de que el Gobierno de Rousseff no hace lo suficiente para garantizar sus tierras, muchas de ellas aún sin delimitar.
El negocio agropecuario –uno de los motores de la economía brasileña- es el principal causante de la deforestación en Brasil, país de inmensa riqueza natural que perdió 1.8 por ciento de sus bosques entre 2010 y 2012.
Un estudio publicado este mes por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) señala que la producción agrícola –sobre todo de soja- y la habilitación de campos para pasto de ganado son responsables en 96 por ciento por la deforestación en el país.
Entre 2010 y 2012, Brasil –que alberga la mayor parte del Amazonas- perdió 60 mil kilómetros cuadrados de bosques, presionado por el avance del negocio multimillonario de la exportación de agroalimentos y carne bovina.