Cd. Victoria, Tam. Lo mismo en Educación, que en PEMEX o en el IMSS, el sindicalismo nacional empieza a salir de un pesado letargo cuya extensión temporal es, ya de por sí, polémica. De este cálculo depende el diagnóstico y también el tratamiento prescrito.
Los más cortos de vista aducen que esa larga noche empezó desde (1) los gobiernos neoliberales de los señores DE LA MADRID, SALINAS y ZEDILLO, prosiguió con (2) el conservadurismo de FOX y CALDERÓN, para rematar en (3) la hibridación de ambos modelos, PEÑA NIETO.
Aunque una visión más amplia nos dice otra cosa. Los vicios que pudrieron a las organizaciones gremiales nacen con el PNR, se desarrollan bajo el PRM y alcanzan su edad adulta dentro del PRI.
Cacicazgos, liderazgos charros que reciben este nombre por la afición de un dirigente ferrocarrilero de ingrata memoria (el “charro” OCHOA PARTIDA).
Coptación de cúpulas, sujeción negociada al poder político, a cambio de la impunidad total en el manejo de los presupuestos sindicales, las millonarias aportaciones de sus agremiados.
Potestad sobre bienes y personas, asignación de plazas y prebendas políticas. El regenteo infame de sus huestes, carne de acarreo en campañas tricolores, a cambio de lo cuál las dirigencias se eternizan, conseguirán curules, escaños, alcaldías y hasta gubernaturas.
Sin olvidar que, al paso de los años, los caciques se convierten en patrones, se inventan empresas para capear contratos en obras y proveedurías gubernamentales. Millonarios de diente dorado.
Se manejarán entonces con lógica empresarial, aunque sin correr los riesgos del mercado, porque tienen la asignación asegurada en las mil y una caras del presupuesto oficial.
AÑOS DE RETROCESO
Hoy el tema laboral se abre paso en el tráfago de noticias cotidianas, por el fuerte sustento popular que otorgó el triunfo al presidente LÓPEZ OBRADOR.
Y también porque son muchas las interrogantes en torno a los alcances de dicho compromiso con los trabajadores, tantas veces refrendado en sus tres campañas de 2006, 2012 y 2018.
Cuestión de observar la agenda que hoy maneja la entrante secretaria del Trabajo y Previsión Social LUISA MARÍA ALCALDE, abogada por la UNAM, postgraduada en Berkeley y miembro más joven del nuevo gabinete. En agosto pasado cumplió 31 años.
El diagnóstico que comparte el nuevo poder Ejecutivo con los legisladores de MORENA es que existe un retroceso grave en los derechos laborales, empezando con la drástica caída de los minisalarios.
Lo interesante es que su diagnóstico nos muestre ahora la película completa. No solo consignan en su visión los años aciagos del neoliberalismo y el despotismo patronal (1982-2018).
El grupo gobernante en ciernes calcula en 70 años (setenta) el rezago que hoy México arrastra en materia laboral.
Y hay también retroceso por el descenso de la basificación y la puesta en boga del pago por recibo de honorarios o por contrato, como si se tratara de un servicio temporal.
Ello, aunque en los hechos el trabajo sea permanente, con lo cuál se conculcan derechos fundamentales como la antigüedad, la seguridad social y la indemnización en caso de despido, entre otros.
Deterioro en las condiciones laborales que también se registra en el sector gubernamental. En salud federal, por ejemplo, en programas bien identificados donde médicos, enfermeras, profesionales de la psicología trabajan bajo esquemas de contratación que disfrazan sus servicios como presuntos “becarios”.
REFORMAS EN MARCHA
La prospectiva al alcance nos dice, por ello, que el país está entrando en una etapa muy intensa (y acaso larga) dentro del campo laboral, con notorio énfasis en el resurgimiento gremial.
Esquema dentro del cuál quisieran hoy montarse viejos liderazgos charros como las respectivas pandillas que encabezan CARLOS ROMERO DESCHAMPS y ELBA ESTHER GORDILLO, alentados tal vez por el retorno de NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA en el ámbito minero.
Aunque el caso de NAPITO debiera entenderse como una excepción a la regla, que llega a cumplir una función temporal en el arranque del obradorismo, pero sin trascendencia a mediano plazo.
Su regreso de Canadá y su ascenso al senado han sido previstos para enfrentar a un enemigo muy poderoso. Los grandes capos mineros a los que SALINAS, ZEDILLO, FOX, CALDERÓN y PEÑA concesionaron vastas extensiones del territorio nacional, privatizando fuentes estratégicas de agua dulce.
Aunque este es otro cantar. Salvo el caso minero, el resto de los sectores sindicales deberá considerar muy en serio las reformas legales hoy en puerta, donde se plantea una supervisión oficial cercana a la operatividad de los gremios.
Detalles como la decisión de desterrar las elecciones por aclamación, utilizadas durante décadas por los viejos líderes para identificar (y con ello intimidar) a los agremiados que eventualmente pudieran votar en contra.
El proyecto de AMLO incluiría reformar el artículo 371 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) buscando que los estatutos de cada sindicato fijen con claridad la periodicidad de las elecciones, que en cualquier caso deberá ser menor a seis años.
Y también, la obligatoriedad del voto libre, secreto, universal y directo en los procesos electivos. Haciendo valer de paso la rendición de cuentas sobre el uso de los recursos sindicales que solo en teoría debieran ser cada seis meses, aunque esto jamás se cumple a cabalidad (o se retarda años).
Reformas que buscan desterrar el modelo de sindicalismo bribón encarnado en personajes siniestros GORDILLO y ROMERO DESCHAMPS.
Por todo ello, el comentario inicial sobre el periodo histórico que hoy se quiera someter a un análisis crítico, cuando hablamos de las asignaturas pendientes en el campo laboral.
Es bastante más que la tecnocracia neoliberal de las últimas tres décadas. Es todo el modelo mexicano, instituido de manera corporativa con PLUTARCO ELÍAS CALLES en 1929, pero pervertido de manera gradual desde MANUEL ÁVILA CAMACHO en 1940.
No se trata de volver al pasado, la perspectiva es del siglo 21. Tampoco es renovación a secas, sino algo más amplio, refundación.
BUZÓN: lopezarriaga21@gmail.com
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