Por Ramón Durón Ruíz (†)
Hay una historia que escuché y que transcribo para usted: “Cuenta la leyenda que en el principio de los tiempos, cuando Dios iba a crear a la mujer, se dio cuenta que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más de que disponer.
Ante este dilema, y después de profunda meditación, tomó la redondez de la luna, la suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de los hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de los flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol, las gotas del llanto de las nubes, la fuerza del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real; la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante; la dulzura de la paloma y la velocidad del tigre. Mezcló tan desiguales ingredientes, formando a la mujer entregándosela al hombre.
Al poco tiempo, vino el hombre, diciéndole:
––Señor, la criatura que me diste, me hace sufrir, quiere toda mi atención, jamás me deja solo, habla intensamente, llora sin motivo; vengo a devolvértela, es difícil vivir con ella.
––Bien, contestó Dios, tomando a la mujer en su regazo; pero no había transcurrido una semana cuando el hombre volvió a él, diciéndole:
––Señor, sufro de soledad desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me susurraba dulces palabras al oído, me miraba con ternura, su presencia era una caricia, reía y su risa era música angelical, era agradable y hermosa a la vista y más suave aún al tacto. Señor te pido un favor, devuélvemela, porque no puedo vivir sin ella”.
El comentario anterior es porque en el calendario cívico, se celebró el 8 de marzo el Día internacional de la mujer, pero más allá de una pose feminista, o de un comentario que tilde políticamente en lo correcto, la pregunta es muy sencilla ¿Debe haber un solo día dedicado a la mujer?
Estamos ciertos, de que esta vida sería diferente y carecería de sentido, sin la fuerza, perseverancia, sensibilidad, suavidad, talento, amor, valentía, pasión, valor, fe, entusiasmo y esperanza de la mujer. Con ella el cosmos brilla… sin ella el universo es nada.
Es verdaderamente un acto de generosidad, que Dios concentre el poder y las virtudes de la vida, en la mujer, palabra que de acuerdo a Samuel Sánchez, son: “cinco letras llenas de amor, de fe, de ternura, de paciencia, de constancia, de coraje, de virtud, son ellas dignas siempre de admirarlas por su gran amor que llevan en su corazón y lo dan a su familia, a su pareja, a sus hijos, no hay como describir todo lo que representa esa palabra llamada mujer…”.
En la Biblia, se dice que Dios creó al mundo en siete días, luego creó al hombre y de una costilla creó a la mujer, misma que incitó al hombre a probar el fruto prohibido. Los griegos hablaban de que debido a Pandora, los males pululaban por el mundo, también cuenta la leyenda que Sansón le confió a Dalila que el secreto de su fuerza radicaba en su pelo, y la vox populi hizo el siguiente verso:
“Ten mucho cuidado, no te vaya a suceder,
lo que le pasó a Sansón
que porque confiarle su secreto a una mujer,
dormido estaba cuando se quedó pelón.”
La historia de México, está llena de la vitalidad de sus mujeres, pero en una cultura con un arraigado machismo, hemos menoscabado su potencialidad y fuerza de vida, al margen del machismo mexicano, vale la pena recordar que ni el hombre más fuerte ni la mujer más débil, simplemente complemento uno del otro, que esta vida sería nada, sin la presencia de la intuición, sensibilidad y luz de las mujeres, que son el más espléndido regalo que Dios mandó al hombre en la faz de la tierra.
Lo anterior me recuerda la ocasión aquella en la que se celebraba un aniversario más del Día de la mujer; este concluía, cuando del público se escuchó la voz, de la queridísima líder “Lichita” quien con su ríspida voz espetó:
–– Pido la palabra compañeros –y subiendo al presídium, tomando el micrófono dijo:
–– ¡Compañeras y compañeros!, quiero recordarles que tenemos una gran patria, gracias al esfuerzo de miles de mujeres; mujeres como Sor Juana Inés de la Cruz, Leona Vicario… –y poniéndose la diestra en la cabeza, tratando de que le llegaran más nombres de mujeres, sentenció finalmente, y todas las escuelas que… ¡LLEVAN NOMBRE DE MUJER!”