Pérdida del olfato y gusto; dos grandes secuelas por COVID que podrían ser permanentes

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Agencias.- Recientemente, un estudio realizado por autores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en Saint Louis, reveló que un estimado de 700 mil y 1.6 millones de personas en los Estados Unidos, que padecieron de COVID-19, perdieron el olfato o un cambio repentino en su sentido del gusto, el cual, duró más de seis meses.

 

Esta enfermedad es conocida como “anosmia”, descrita como la pérdida total del olfato; si es parcial, se conoce como “hiposmia”.

 

El estudio, publicado por JAMA Otolaryngology-Head & Neck Surgery atina que, en algún momento, las personas recuperaron sus sentidos, sin embargo, no todos los casos serán exitosos, llegando incluso a ser “incurable” y permanente.

 

Asimismo, John Hayes, director del Centro de Evaluación Sensorial, de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad de Pensilvania, agregó que hay tres tipos de perturbaciones en el sentido del olfato:

 

– Pérdida completa del olfato
– Una sensación de oler algo cuando, en realidad, el aroma no está presente
-De los más comunes, un olor desagradable en algo que, usualmente, huelen bien

 

Este último lo relataron algunos usuarios en la red social de TikTok, informando que tienen más de un año sin poder comer bien, pues aseguran y toda la comida les genera un olor a “podrido” o “carne en mal estado”.

 

No obstante, algunos especialistas señalan que no sólo se trata de COVID-19. Irma Yolanda Castillo López, investigadora del Departamento de Otorrinolaringología del Centro Médico Nacional de Occidente, participó en un estudio donde indican que otras enfermedades como obesidad y diabetes tipo II pueden afectar si el paciente presentará o no anosmia.

 

De igual manera, el estudio revela que alrededor de 6 millones de mexicanos tienen algún grado de disfunción olfativa, y en ello implica, también, la exposición a agentes tóxicos, tabaquismo, entre otros aspectos como edad, sexo y peso.

 

Para muchos, esta condición que indudablemente creció con la llegada del COVID-19, sigue sin tener suficiente estudio, y dependerá del paso del tiempo comprender cómo se comporta el organismo tras meses, incluso años, después de infectado.