Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- Amén de la violencia contra las nacidas mujeres, los medios están reportando ahora un incremento sustantivo de la criminalidad contra las damas trans. Nacidas varones pero rediseñadas por decisión personal.
Acaso mi siguiente comentario pueda parecer homofóbico, no lo es. Más bien nace del asombro ante cierto drama peliculesco que nos llega de Guanajuato, un culebrón digno de PEDRO ALMODÓVAR y tal vez de Broadway.
En términos de narrativa, la paradoja inicial es ya prometedora. La pareja se enfrasca en un pleito sanguinario, horas después de haberse comprometido en matrimonio. Pasaron rápido de los abrazos a los madrazos.
En muy poco tiempo convirtieron el festejo en caso de nota roja. El daño mayor fue para la consorte trans, la influencer cuyo nombre artístico es PAOLA pero que antes se llamó CHRISTIAN ULISES. Ameritó hospitalización.
El tema brinca de inmediato a los espacios estelares de la TV, los periódicos, las redes. Y dado que el sobrenombre es femenino, la mayor parte de los comentaristas le otorga un tratamiento privilegiado. Muy similar al que suelen prestar a los hechos de sangre que afectan a las nacidas mujeres.
Solo que la tal PAOLA (CHIRSTIAN) observa algunas diferencias dignas de tomarse en cuenta. Es sustantivamente más alta, corpulenta y pesada que su novio JESÚS, este sí de identidad masculina. Cuestión de comparar espaldas, brazos, hombros, cuellos y cráneos de una y de otro.
AFINANDO TÉRMINOS
Demasiada tinta sigue corriendo sobre el caso, debido a los automatismos que hoy día inducen a los medios hacia la identificación inmediata (y acrítica) con la parte presuntamente agraviada.
En particular porque las primeras fotos de la noticia solo muestran a PAOLA, en una cama de hospital, bañada en llanto, con el rostro tumefacto, moretones y escoriaciones.
Aunque en horas y días posteriores circuló más información. Y esto lo debemos a colegas que se dignaron consultar a la contraparte. El acusado.
Y aquí es donde la duda asoma y exige ajustar el vocabulario empleado. Mire usted, ¿golpiza o pleito?, porque si fue lo primero coincidiríamos con el diagnóstico inicial (y más fácil) que divide la historia entre abusador y abusada.
Pero si por ventura estudiamos la posibilidad de que fuera lo segundo (pleito), pues entonces la cosa estuvo más pareja y hasta con ventaja para la dama trans. Baste observar las fotos donde aparecen juntos.
Diferencia notable de estaturas; osamenta maciza y sustancialmente más tosca la de la dama. Complexión frágil la del caballero. Aunque esto no baste para el deslinde de cargos, acaso ayude a precisar la óptica del caso.
Sin olvidar que la dama fue antes caballero y a la hora del intercambio de golpes muy poco importa la identidad señalada en su credencial del INE o si los genitales de ella fueron modificados. Lo que cuentan son factores ajenos al acta de nacimiento, como son la fuerza, el peso, la estatura, la masa corporal.
Para fines prácticos, a la hora de los fregadazos (disculpe usted) cabría pensar en un lamentable altercado a golpes entre dos individuos nacidos hombres. Uno (una) más grande que el otro.
ÉXITO EN REDES
En la prensa utilizan incluso el diminutivo (“PAOLITA”) para referirse a una víctima más bien corpulenta y de aspecto decididamente tosco. Bastante más que su pareja y presunto agresor.
PAOLA forma parte de un trío de damas trans que se hacen llamar “Las Perdidas” y han ganado popularidad en redes. Acaso ello nos permita entender su denodado afán por victimizarse y publicitar el caso, volverlo telenovela, reality show.
Resulta, incluso, interesante el que, pese a su incorporación muy reciente al universo femenino, PAOLA diga aún amar a su golpeador. Algo muy (pero muy) común entre las mujeres mexicanas. Me pega porque me quiere.
El caso en su conjunto despide un olor inocultable a farsa. En redes sociales, las visitas y “likes” en los sitios de “Las Perdidas” se catapultaron en horas. Como grupo y en lo individual.
Hay ganancia material, directa, cuantificable, derivada de dicho escándalo. Habrá quien quiera equipararlo a los episodios hoy por desgracia comunes de abuso contra las nacidas mujeres. O relacionarlo, incluso, con los feminicidios.
Craso error. La diferencia es muy grande para meter en dicho saco la bronca entre PAOLA y JESÚS. En principio porque fue un pleito. El propio JESÚS se dice agredido y también amenazado, para lo cual muestra grabaciones.
LECTURAS MANIQUEAS
La moquetisa se la propinaron ambos, el chaparrito y la grandulona. Alguien se llevó el daño más visible, es cierto y fue quien desató el bullicio en medios, al ritmo de su llanto.
Y también en redes, de las que ya conocemos su tendencia a simplificar las cosas, asignando de inmediato los papeles de víctima y verdugo. Dictar de antemano de quién debe el lector compadecerse y a cual deberá odiar.
Algo tienen los maniqueísmos que atraen a las multitudes. Son extraordinariamente didácticos. Responden a una duda infantil que la gente suele conservar hasta la edad adulta. Cuál es el bueno, cuál es el malo de cada historia, relato, narrativa, película, serie televisiva.
Y también, desde luego, en el periodismo, la crónica, la cobertura noticiosa. Aunque ello nos priva de algo más humano, la complejidad que a menudo poseen casos como el de PAOLA y JESÚS, donde la lógica blanco-negro se queda muy corta de miras.
El tema es más complejo de lo que parece. Tratando de obrar con justicia, los espacios noticiosos bien podrían estudiar la posibilidad de que sean dos los agresores y también dos las víctimas.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com